martes, 13 de abril de 2010

Perdiendo todo

Sé que mis libros estarán por todo el mundo, porque el daño que le haré a los que los lean ya lo estoy pagando. Karma. Existen libros que destruyen vidas, y esas cosas no se quedan impunes, hay un tribunal invisible que ajusta esas cosas. Las personas que están en el camino correcto saben que lo están, los que no están en el camino correcto tratan de justificarse. No es ningún problema para alguien que no sabe nada, es una cuestión de confort. Hay un infierno y un cielo. Algunos vienen diseñados para el infierno. Es más que nada una cuestión de fuerzas y de ver lo obvio, el camino que todos toman, con alegría, con entusiasmo. Pero sí se necesita sacrificar algunas cosas, por ejemplo, una persona en el buen camino no puede leer mucho, a menos de que su situación le permita que leer se entienda como buen camino. Entonces canta otro gallo. Frecuentemente sucede esto cuando hay dinero accesible y una familia que aprecia las artes, aún más cuando existen lazos de amistad con escritores ya consumados. Si es preciso creer en lo que se nos dice, Bukowski estaba en el infierno, pero salió de ahí con suerte. En realidad nada va más allá del azar, aunque el azar siempre permite que uno le haga caso a sus papás y no intente nada descabellado. A eso me refería yo. Entonces estamos hablando de cosas aún más siniestras que agravan el castigo del que soy merecedor. Ni siquiera estar conciente de él, siendo tan difícil identificarlo, me exime de la pena. Antes se considera un escupitajo en el ojo el hecho de saberlo y empecinarse en el error. Pero ya habrá gente que tolere lo que escribo, entonces seré redimido. Pudiera decirse que el odio en mí ha crecido desmesuradamente. Me molesta el tintineo de las llaves y la frivolidad del perfume. Hablando de frivolidad, esto es una frivolidad, y creo que no hay rivalidad más estrecha y más presente en todo el mundo, que aquella entre los pensamientos frívolos y los sabios. Hasta parece que son uno mismo. Señales externas me obligan a entender que no soy la única víctima del odio. Pero no hay que darle tanta importancia, es sólo un sentimiento, significa que estamos vivos, eso es todo. No quiero empezar a hablar de matar porque luego la gente se asusta y creen que tengo el hígado para hacerlo, pero si hablo de matar es sólo para desahogar la frustración un poco. Dicen que todos tenemos esos impulsos asesinos, esporádicamente. Pero de todas formas estas posturas son raras, casi siempre son objeto de objeciones frenéticas. Hay personas que se inclinan más por sentir lástima por personas como yo. No es mi culpa, así nací. Hoy fue un día particularmente infernal para mí. Me sentí un poco abandonado, como león enjaulado, con un nudo en la garganta, me puse a leer pero mi mente no pudo, mi cabeza está atrofiada, así que no encontré mejor actividad que ponerme a escribir, porque también ya había dormido mucho. Cuando duermo me siento culpable. Cuando escribo siento que estoy diciendo cosas superfluas. En este mundo nadie quiere a una persona triste, no es divertida una persona triste, incluso esas cosas son antónimos. Sin embargo todos nos tenemos que enfrentar en algún momento con esa cosa y es preferible hacerlo solos. Las personas felices siempre van a creer que uno se pone triste porque quiere. Así que es mejor no decir nada.

Cuando ya no se tiene nada que decir, es que se está cerca de la muerte. Aunque no es muy arriesgado decir que no decir nada siempre fue lo más acertado. ¿Eso quiere decir que vivir es un error? El silogismo nos obliga a decir que sí. Si existe todo aquello cósmico, todo ese lugar amurallado desde el que somos vistos en espera de algo digno de atender, entonces puedo estar tranquilo, ya sin preocuparme de si esto que escribo llegará o no a manos de mis congéneres. Por si las moscas, trataré de asegurarme de que esto será traducido a otros idiomas y lo que conlleva, antes de morir. También aplica este razonamiento en el caso de aquellos que hacen música mejor que la de Mozart pero que no sale de sus cerebros. No quiero insinuar que la música que no pasó del cerebro de Mozart no era mejor que la mía. Ha sido una temporada inusualmente nublada y lluviosa por aquí, inspiradora para cavar hasta las profundidades más umbrías del inconsciente colectivo, aunque no me gusta ese término psicológico. No creo que esté mal empleado, se escucha bien, evoca cosas interesantes, inquietantes, se queda. En cuanto a mí, puedo decir que frecuentemente me olvido de que yo no soy yo, sobretodo en el ajetreo del día, cuando todos tratan de decir algo cierto. Ya cuando se apagan las luces vuelvo a decir: ah pero qué tonto, volví a creer que yo era algo, volví a la frivolidad de las discusiones cotidianas, buscando, irracionalmente, llenarme esa cosa que llaman ego, esa cosa que consiste en ser más perspicaz que los demás, más gracioso, más cómico, mientras que no soy nada y existen muchos misterios que no han sido esclarecidos. Pero la realidad es que estamos confinados a ser lo que somos, así que me perdono, me reconcilio una vez más conmigo mismo, y con todos aquellos que fueron más agudos y picantes que yo. De mis relaciones con la sociedad, sé decir que no soy bien visto a causa de mi prurito hacia las frases impresionantes. En síntesis, estoy acorralado. A nadie tendrían por qué importarle mis avances en cuestión de especulaciones místicas y metafísicas, aunque no sé exactamente lo que signifiquen tales palabras. Para escribir estos textos que quizá no vayan a gustar a la gente, tengo que prepararme, descansar, comer bien, de trabajo ni hablemos. Estoy haciendo mi mejor esfuerzo, porque creo que no tengo otra opción, y no me gustaría padecer en mi lecho de muerte la incomodidad del improductivo. Creo que eso es hablar bien, aunque es un asunto complicado. Después de todo el lector ya sabe todo y busca una manera nueva de comunicarlo, por eso el intercambio de palabras, en el más estricto sentido de lo innecesario. De manera que allá cada quien con su interpretación. Creo haber dado en el clavo: es fastidioso no poder comunicar la verdad de todo. Hace falta una pequeña introspección desprovista de palabras para conocer la verdad, pero queremos asegurarnos los unos a los otros de que la sabemos, por eso tanto alboroto. Por si no lo notaron, todo se reduce a una cuestión de soberbia, sin que por ello este escrito degenere en bíblico. La manera en que se expresan las personas también es un indicador, como el de la fuerza en los leones para volverse jefes y dueños de un bonito harem. No hace falta más, así queda claro.

Pues sí, yo me imagino que hacen como que discuten la ley
y unos se ponen en contra y otros a favor
para aparentar que hay democracia
pero desde un principio saben qué va a suceder
solo actúan un poco
no es exclusivo de México
ya nadie puede hacer nada
no hay medios para derrocar a los dueños del mundo
los medios los han acaparado ellos
pero ya ni para qué hablar de eso
mejor me voy a ver tele
a enajenar mi mente un poco, cual debe ser.

Bueno, muchas veces se me han ocurrido grandes ideas para escribir cuando platico con amigos, y nunca les he dado el crédito que se merecen, pero hoy tendré que hacerlo porque cometí el error de comprometerme con alguien, así que, aunque lo más seguro es que para este punto nadie esté leyendo, Gracias Melissa. Que conste.

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