jueves, 26 de agosto de 2010

Decadencia

Actuamos como si esto estuviera ocurriendo
Y observo la cosa de que estoy compuesto
En el espejo, ahí la veo, no soy yo, pero
Siempre me intereso por cómo luce eso
No puedo evitar poner caras sensuales
Caras interesantes, sacar la lengüita,
Guiñar el ojo, hacer la mueca del pirata
Imaginar que tengo un diente de oro
Y en eso se me va la vida, patrañas
Agarro una baqueta gorda y corta
Me la pongo en la boca
Y para mí es algo así como un dispositivo
Para fumar tabaco, marihuana, opio,
Lo que me salga al paso, yo imagino
Y me gusta no lavarme el pelo para que tenga caída
Y esté hidratado, brilloso y mi vello facial escaso
Pero descuidado, y correr por las calles así
Con mi ropa desvencijada
Y me gusta pensar que olvidaré todo
Pero que quedará el recuerdo en los demás
De que viví como si no hubiera existido
Como si por aquí nunca hubiera pasado nada
Y aun eso es vanidad
Alguna vez tuve una camisa a rayas horizontales
Azules y celestes, pero se la regalé a un amigo
Dicen que la gente muere a temprana edad
Que por tontos, que por no saber vivir
Yo todavía no puedo decir nada
Pero me siento así
Cuando fumo cualquier humo me siento morir
Pero lo hago porque se ve bien
Eso del humo le da un aire interesante a uno
No le veo ningún sentido a fumar solo
A menos que uno piense que lo están filmando
Estoy adormilado, mírenme
Dejé de platicar, mírenme
Tengo envidia de todos, mírenme
Pronto estaré muerto, mírenme
Así es como pasa esto que es como un sueño
Son cosas trilladas, lo sé
Ya casi no me importa
No se a qué se debe, pero no puedo amar
Pero no debe ser tan grave
Es como todo, simplemente pasa
Y los errores que cometo me duelen
Y aun así me acuesto y trato de soñar
No está saliendo nada rescatable por aquí
Estos códigos me están volviendo loco
Estos códigos me han hecho sentir
Pronto olvidaré los códigos
Vendrán nuevos códigos
Códigos que expresarán lo mismo
Una vida tras otra
Códigos, nociones de animal, teorías
Puede ser cualquier cosa
Ya no tiene sentido lo que hago
Ni siquiera para mí
Incluso los libros más vendidos no dicen nada
Claro, todo pensando del otro lado
De hecho sí dicen algo
Pero al mismo tiempo podemos desaparecerlos
Un día me decidiré a guardar silencio
Para que los demás no digan que estoy equivocado
Y así ya no tendré que argumentar
Argumentar es cansado
Es mejor no hacer nada
Pero eso también es una falacia
No, no voy a utilizar tan vilmente la palabra
Solo desapareceré sin que nadie lo note
No quiero que nadie llore por mí
Mamá dice que me rasure
Pero no puede agarrar la navaja y hacerlo ella
Puede gritar, eso sí
Es difícil soportar los gritos
Por lo que a veces digo
Qué más da
¿Hay esencialmente alguna diferencia entre andar rasurado y no?
Entonces me rasuro y descubro que no luzco nada bien
Y que hubiera sido mejor dejarla gritar

miércoles, 25 de agosto de 2010

english thoughts

We were, you know,
In some kind of state
Certainly we were alone
But the fact is other
The state itself
You know
A kind of inspiration
Beautiful words in my brain
We, you and I don’t know why
We were always the same
Some music in some place
That’s ok
I have lived my life
Some sunsets and car rides
Other stuff
Food and things
Maybe now is time to forget
All the things that I hate
I know they are not to be hated
I mean I should not mind
But come on
I am a human
And they speak about me
So, what’s the thing?
Always
If only English was my idiom
Sounds great in the mind
I will show you
The people around me
They are just like bothering
Everyone, recognize it
They say things that hurt
We should not care
But we can think about die
We can die at any moment
That’s cool
To forget this ridiculous life
Perfect
And now go to bed
I will be pleased in thinking
I will find some pleasure
Thinking anything
In my mind
Maybe I will torture myself
Is the same
So, you can feel a winner
I’m still here
I’ll be waiting for your fall
It’s just for fun
I feel threatened by you
I really don’t know
We should change our nature
If only we could love each other
But we are animals in buildings
We say all they long stupidities
Where are we going?
To an unknown place
That’s ok anyway I’ll forget
So you fill your mind with memories
Then you die
And we use those memories to fight
We are stupidities
Completely alone here in my bed
I will fuck with my mind
And she will do it with me
And I will feel the worst
But is just temporary
At the end
At the end it will not matter
Who falls first or last
Suicide now
Or wait
You will see the light
I’m sure of that
That’s a right
A real human right
The light
You came here to suffer
But you will see the light
Give me a smile
I like it
It will be enough just to get out
I see the dirty streets
My dirty body and the others
And I’m grateful in being mortal
It won’t last forever
What more can you want?
The light could be just to get out
Ok, I’m saying metaphorically
And all those things that we say
Nothing valuable there
You are not losing anything by dying
The bad thing here is that
Probably you born while you die
A little puppy jumping around
And again the same
No god for you
Just a lot of questions
Lots of work to dilate death
Meanwhile just beware of errors
They are awful
Then show this to the same people
Makes me feel sick

martes, 24 de agosto de 2010

La alucinación

Todos atrapados en la eternidad,
donde una vida no puede valer nada
y la esperanza se le endosa al destino.
En el camino a la salvación
ninguna sensación nos concierne,
ninguna contingencia nos compete;
pero todo da vueltas y, por fuerza,
algún día alcanzaremos la alegría eterna.

Por las noches, mientras descanso en mi lecho,
un horroroso influjo casi imperceptible,
que yo imagino en forma de nube invisible,
invade mi alcoba y, cobrando extrañas formas,
perturba mi mente con danzas tenebrosas.
Y yo pienso en el destino y la eternidad
y me pongo a aplaudir a la terrible alucinación,
porque dentro de mí fluye la eternidad,
esa sensación de estar y no estar,
por lo que me propongo aprovechar la oportunidad,
porque tal vez muy pronto olvide mis penas,
y creo que me empieza a gustar el infierno,
y cuando llegue al cielo extrañaré el miedo.

lunes, 23 de agosto de 2010

El automóvil

Cada que quiero que no llegues,
tu automóvil en mi mente acelera
con calaveras de largas cabelleras
sin miramientos haciendo piruetas.

Cada que quiero que llegues,
tu automóvil se convierte en carroza
y por mi mente desfila lentamente
un aparatoso acompañamiento luctuoso.

Poco a poco la vida se vuelve más callada,
más apagada, silenciosa, opaca,
triste, despreciable, tediosa
y todas esas cosa que nos encantan.

Van apareciendo nuevos métodos
para alcanzar la felicidad,
y al ver tanta variedad
me desencanto renunciando a todos.

El asesino justiciero

Todavía dudo de la existencia de los otros,
siempre los veo chachareando a gusto
y observan impasibles mi semblante adusto;
me gustaría ver sucumbir a esos monstruos.

Por eso en las noches salgo a matar,
quiero llenarme de la vida que exhalan
y con ese plumaje hacerme unas alas
verdes y brillosas como ojos de gata.

Subir así al cielo invirtiendo los papeles.
Esto era un acto donde yo hacía de bufón;
maté a los cornacas saliéndome del guión
y ascendí al cielo sobre nubes corceles.

Yo odio la gente feliz porque son diablos;
amo a los desdichados, son mis hermanos.
Las sonrisas tienen dientes afilados y ensangrentados;
me gustaría despedazar a todos los gusanos.

sábado, 21 de agosto de 2010

Pero qué importa

Eres como una de esas nubes de agosto
Gritar bromas es el propósito de ir al estadio
Y los perros se venden marinados
La fe es una luz al final del camino
Y detrás de la luz está el mundo que imaginaste
Si no imaginaste mundo alguno, mueres
Sin poder abandonar el cuerpo hasta el final
Llevas adentro tu destino
Finalmente no se puede hacer otra cosa
Al volver la vista atrás las cosas están congeladas
Y encontrar un salvador es complicado
Encontrar un amigo tampoco es sencillo
La gente es inconscientemente destructiva entre sí
Un amigo no anda con inconsciencias
Pero qué importa
Podemos tocar perros
Podemos aguantarnos todo menos dejar de tocarnos
Ser un genio es no tener amigos
Hay mucha envidia en el ambiente
Hay que buscar una persona que haga de entusiasta espectador
Y muchos aplausos, claro
La próxima vida se crea con el pensamiento de ahora. Vivir creyendo en el escepticismo puede apagar la chispa de la transición. Hay que hacer un mundo fantástico para la próxima vida, aunque realmente no podemos hacer más que lo que nos permite el destino.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Bruja de uñas largas

Con un sacramento tal nos pondremos a dudar de la veracidad del desentierro. Cómo es posible que las joyas estén entre los huesos. Yo tenía un juguete en llamas y emitía una canción macabra. Yo todavía no me daba cuenta de la gravedad del asunto. La musiquita me hacía gracia. Tenemos que tomar el transporte público, hacer el trayecto, llegar, encuerarnos, hacer los estiramientos previos, tonificarnos, y después, claro está, actuar como animales lascivos, terminar secos, ponernos tercos, obstinados, ya no entra, mejor vamos a comer. La ciudad es grande, pero algo me dice que básicamente no ocurre gran diversidad de cosas. Tal vez en las laderas y cañadas más remotas un tesoro, pero no es de fiar, es mejor ponerse a trabajar, ir a la segura. Se los dije hasta el cansancio, pongan los pies en la tierra, la vida no es como en los cuentos. Pero nadie había leído cuentos. Sí, habían visto cuentos en película. Algunos multimillonarios consideraron apropiado leer cuentos. Hay un danés que los escribía. Hubo un danés, pasó a mejor vida. La verdad ignoro el nombre y el tipo de literatura que hacía, realmente me queda claro que fuera de mentiras su vida era aburrida. Cuando se puso la caperuza, entonces sí se le olvidó lo endeble, lo frágil del cuerpo, y con gran soltura y movimientos elásticos iba canasta en mano bailando por ahí, camino a la casa del lobo, por así decir. Sí, la noche tiene estrellas, tiene luces, tiene oscuridad, tiene arañas, grillos, búhos, jaguares, princesas dormidas, constelaciones, cometas que pasan cada siglo, palabras rebuscadas para impresionar acompañadas de cerveza oscura, sobre todo palabras domingueras, y el placer de colocarlas, las palabras, en su lugar, pero al final es como el pico de un iceberg, casualidad ante todo, destino, preguntas, qué me tiene preparado el destino, qué horrores, qué castigos. Las felicidades no me importan, porque las felicidades me hacen siempre más desdichado, siempre pasan fugaces, las felicidades, y van y me atormentan alejándose como el camión que no alcanzaste y pasa cada 30 minutos. De alguna manera y a pesar de lo insufrible de los sufrimientos, aquí estas, es de admirarse, es de alegrarse, es de asombrarse, seguir aquí, habiendo habido tanto aparente final, tanta amenaza de muerte, tanta fatalidad inminente y animales sedientos de sangre por las calles oscuras y desbaratadas. Todavía me observo y digo: no puede ser, sigo aquí, superé lo insuperable, y me saco el falo erecto y lo blando de blandir y sonrío y digo: qué importa, qué importa si se acaba mañana o pasado, cuál es la diferencia, qué importa si digo esto o aquello, da igual, al final da igual, y entonces me salgo a la calle soleada más vivo que nunca, como si me hubieran inyectado la tizana de alguien que está por hacer un esfuerzo inconcebible para rescatar a una princesa encantada por una bruja de uñas largas. La verdad es que la cosa se va dando, apuesto a que a nadie le parece sensato perder el tiempo leyendo, pero a veces se agotan los placeres, y hay que leer, hay que agarrar el libro y leerle a los niños sentados en un círculo perfecto, y explicarles las palabras desconocidas, y decirles que la vida les tiene preparado un embrujo congelante de torrentes sanguíneos. Entonces los niños, imaginándose adultos, quedan petrificados en un vuelo, y caen quebrados al suelo.

martes, 17 de agosto de 2010

El pollo

No supongas que yo sé algo. Jamás hagas eso.
El camino a la locura está lleno de casualidades que sugieren un orden oculto.
Hay un monstruo en la cocina que corta pollo y usa bata y te aprisiona sin tocarte, es tu madre. Quizás en esos carretoneros no haya ya ningún sentir. Clavar los cuchillos en la cabeza a los ladrones confiados; salirles de debajo de la mesa de la cocina mientras roban las coca-colas grandes. Soñé que un amigo pintaba con crayones mejor que cualquiera con pinceles. Pero tuve que decirle que muy bien, pero que sólo la música y las letras me hacían llorar, pero que muy bien de todas formas. La comida hecha con odio sabe a eso, y ya no quiero saber nada de reproches, quiero sumirme en la desdicha de la tranquilidad, el ocio y la supuesta felicidad. A veces me pongo a escribir porque me siento prisionero de algo. Tengo una puerta que da a la calle, tengo una llave que la abre, y sin embargo, no puedo salir, porque en la cocina hay un monstruo que me prepara una comida cargada de veneno espiritual. Me quedo petrificado en las escaleras y pienso en el plan para acometer la huída, pienso en que tendré que despedirme hipócritamente del monstruo, un monstruo que se quedará triste y defraudado por mí, y yo sentiré un remordimiento que no debería de sentir, porque afuera hay sol y hace calor, y probablemente en la noche haya tormenta. Tac, tac, tac, repiquetea el ominoso cuchillo que corta zanahorias en la tabla. Yo pongo música en mi cárcel. Ahora recuerdo algunas cosas, pero sólo lo digo por decir algo, ya que mi memoria está bloqueada por una suerte de maleficio mamario. De haber salido de un huevo las cosas serían distintas. Pero ya se conectó un amigo. Adiós.

domingo, 15 de agosto de 2010

Elevación insensible

Es frustrante que cuando haces algo en realidad no lo haces. Bebes la sangre de tus confundidos, porque la tuya está toda echada a perder. Cuando lees una primera frase que no te gusta, estoy seguro, no dejas de leer, te interesa saber qué puede decir más adelante ese idiota, ansioso tal vez de encontrar a alguien peor que tú. En la música hay columpios y mariposas y conejos brincando a la luz de los focos, también hay vuelos inconclusos, como ese que hacemos con el paraguas, vuelos abortados, pero no por ello otra cosa. Me gusta volar con el paraguas. Estoy seguro que tú también quieres tirarte del balcón con el paraguas. No, hoy no me voy a emocionar y terminar esto que ya empecé. Seguiré escribiendo un rato más y luego lo publicaré a mi público poco numeroso, pero fiel, los amo gente misericordiosa que me lee, porque se me hace difícil convencerme de que en realidad les gusta leer esto. No importa, hay que seguir diciendo cosas como la del paraguas. Les digo que a veces todo cae en el tedio, de hecho todo es tomar carrera para emprender vuelos, vuelos que más bien son planeos, planeos con membranas como las de las ardillas voladoras del amazonas. Ignoro si existen tales ardillas en tal lugar. A falta de una fe más refinada, he situado el cielo en la tierra. Me gusta ilusionarme como idiota, y darme cuenta que a pesar de los buenos momentos, a pesar de las noticias esperanzadoras y de los cambios positivos, esto que vivimos será como si nunca hubiera sido. Palabras, palabras que dentro de los cerebros se vuelven imágenes, sensaciones, olores, un mundo borroso el del lector, un mundo vago y triste, el del lector. Estoy escribiendo esto en paños menores, pero no huele mal, eso no tiene nada que ver, usted no percibirá mi olor a ingle, ni mi olor a rancio. En los parques hay luces y hojas de árboles, y gente acostada en el césped y hombres y mujeres que a falta de cuarto se tocan lo más posible en recovecos umbríos. Tengo algunos libros, los llevaré conmigo a todos lados, y cuando me muera quiero que los pongan cerca de mi cabeza fría y descolorida. A veces hablamos de la envidia, del amor y el egoísmo, y en verdad son temas de los que yo puedo decir cualquier disparate, y las cosas seguirán igual de mal. Toda la gente me parece amenazadora, los niños también, tengo miedo, no lo niego, veo en cada cosa una posible descarga de veneno hepático, y hago mis imperfectas estrategias, estrategias que sobre la marcha cambian, cambian rápidamente, como la estrategia de un equipo que recibe gol al primer minuto.

viernes, 13 de agosto de 2010

Poema hormiguero

A la hora del silencio una columna chueca
La respuesta borrosa en la cabeza
Sólo queda en sensación y certeza
Y la melodía descansa en el fondo nueva

Algo está esperando a ser creado en paz
Hay que dar pasos de lobo para no espantar
Puede salir una genialidad y pasar a cobrar
Es propicio el momento más casual

Sólo hay que mantener la vertical
En medio del pandemonio más loco
Y después silbar la melodía de reojo
No, no, no tienes que correr a publicar
¡Viva! Encontré un tesoro

Las estrellas muestran herrumbre
En lo ignoto no hay nada nuevo
Pero el lago tiene que estar quieto
Para que tu sangre nos deslumbre

lunes, 9 de agosto de 2010

Conclusiones

Me he ganado el respeto de Baudelaire. Y eso ya es mucho decir, que Baudelaire es una autoridad en estas cuestiones, me refiero a escribir, muy buen poeta el señor.
Pero para lograr eso primero tuve que pensar que no me conviene profundizar mucho en las cosas. No me conviene profundizar mucho en las cosas es una frase que me gusta. Me di cuenta de eso cuando noté que mi cerebro estaba completamente agotado y sólo había sacado más y más palabras que desaparecerían en el viento.
Tuve que darme cuenta que hoy tuve la mirada más indecisa de mi vida.
Tuve que darme cuenta de que al final del trayecto hay una pradera, una cabaña y un lago fabuloso. En este país en el que vivo, lo más cercano a pradera es desierto. Tendré que trasladarme a ese país y terminar mis días, tendré que trasladarme a ese país con praderas. Siempre me ha gustado la gaita. Me pregunto cómo será mi camino de México a Escocia. Debe estar lleno de enredos, dolores y trastornos mentales. Aun así creo que vale la pena. Quiero hacer el último intento de separar mi alma de mi cuerpo en una pradera. He hecho muchos intentos antes, jamás en praderas. Lo más seguro es que quede irremediablemente loco, y quizás ese sea el premio a tanta búsqueda.
Hoy estuve demasiado renuente a proferir palabras, sin embargo, en mi mente, justificaba a los que hablaban profusamente. Debo decir que no entendí nada en absoluto en todo el día, pero la gente no me parecía del todo odiosa, de hecho traté de conciliar todo lo que las personas decían y yo pensaba. Al final del día me decidí hablar. Bueno, no me decidí, sino que de pronto me vi hablando con soltura, una gran cantidad de incoherencias, pero con bastante soltura.
Y sé perfectamente que Baudelaire está muerto y es inmune a toda adulación.
Hoy vi las estrellas estorbadas por la ciudad. Lucían bien a pesar de todo, eran solo unas cuantas. Quisiera poder ver el cielo bien todo el tiempo, sobre todo por las noches. Creo que debe compensar en buena medida los tiroteos que ofrece la ciudad.
Realmente hay maneras de platicar con los muertos. Son maneras únicas, que se sienten y se piensan de una manera harto peculiar y compleja, completamente inexplicable.
Es como si todo a mi alrededor me dijera espera, ten fe, vendrás acá, ahí te va una probadita.
Y quiero decir que lamento no poder decir todo aquello que enaltece a la gente, todo aquello que los llena de emoción.
También se me viene a la mente un diálogo:
Ya no soporto más, vamos a suicidarnos –dijo la novia-.
Está bien –dijo el novio-, pero hay que hacerlo rápido.
También debe quedar asentado que como nunca he podido meterme en el cuerpo de otra persona, me pasa que al tener los pensamientos desparramados y perdidos en el cerebro, me pregunto si existirá en los cerebros de los demás un ajetreo parecido al que existe en el mío. He pensado y dicho últimamente cosas muy interesantes, y pido disculpas por no poder recordarlas.

domingo, 8 de agosto de 2010

Soledad

Ahora estoy solo. Estuve todo el día rodeado de gente, a propósito, sólo para hacer más placentero este momento en el que llego a escribir. Realmente no me importa nada más que yo. Sólo quiero estar solo. No me interesa demasiado la gente. Cada día pierde más sentido todo esto. Incluso no sé si digo algo congruente con la realidad, mi realidad. A veces me la paso bien con la gente, necesito a la gente, pero sólo para hacer mejores los momentos de soledad. Voy con la gente y charlo. Hablamos de lo que vaya saliendo siempre, no hay formalidad alguna, todos somos bufones, y pasamos el tiempo. Cuando estoy rodeado de gente siento la necesidad de hablar y lo hago, y casi siempre me arrepiento de haber y de no haber dicho ciertas cosas. Busco un día en el que pueda decir y hacer exactamente lo que me haría sentir bien, lo que me haría sentir tranquilo al final, al momento de reflexionar, ir a dormir. Claro que nunca logro la perfección total, pero creo que me acerco. Trato de no arriesgar demasiado, pero si por alguna circunstancia mi naturaleza estúpida me lleva a decir un comentario contrario a mi conveniencia, tendré que utilizar el recurso del destino. Claro, estoy loco. Puedo darme cuenta que soy de los más perseguidos por la muerte. A veces me pongo una máscara de idiota y hago mis actos improvisados sin la menor sospecha de estar farseando. Simplemente no me doy cuenta, de pronto me veo haciendo aspavientos y escupiendo vehemente, derrochando todo mi ingenio sobre los circunstantes. Y claro que fallo, digo cosas que me avergüenzan y digo palabras por otras, me equivoco y el público me corrige y toma eso como un chiste extra. Tengo mis arrebatos de gracia y luego caigo en un profundo letargo y quiero regresar a casa a entregarme a reflexiones funestas. Nunca sé hasta dónde podré llegar con el teatro. Y ahora que estoy solo puedo dejarme de cosas molestas, como esa de tratar de convencer, como aquella de darse a entender, o la otra tan odiosa, la de no poder estar todo el rato sin hablar viendo a los demás hacerlo. Ahora que estoy solo puedo descansar del asqueroso mundo, puedo invitar con confianza a la muerte a mi dormitorio. La muerte nunca ha aceptado mis atentas invitaciones y creo que vendrá justo cuando no quiero que venga: en un lugar público, con gente conocida, qué vergüenza, morir con vergüenza, qué infamia, sentir el sudor frío, el movimiento extraño por dentro, la explosión en el pecho, y claro, una última sensación de arruinar la fiesta, de causar una insólita molestia.

sábado, 7 de agosto de 2010

Sigues, continúas

Vas a la tienda. Compras cerveza. Te subes a un auto. Platicas acerca de algo. Ves cómo pasan las cosas a través de las ventanas. Llegas a tu destinto. Tomas cerveza. Fumas algo. Escuchas un montón de palabras. Procesas esas palabras. Opinas al respecto. Te sientes parte de eso. Es hora de despedirte. Te despides. Das las gracias. Te muestras atento. Sigues, continúas. Te gusta el olor de otro cuerpo. Intentas acercarte lo más posible a ese cuerpo. Lo consigues. Sigues, continúas. Juegas tenis, sin raqueta por supuesto. Llegas a casa de noche y prendes el radio y escuchas cantos gregorianos y pretendes separar tu espíritu de tu cuerpo. No lo logras. Sigues, continúas. Consigues dinero de cierta forma. Tienes miedo de la vida y de la muerte. Llegas a la conclusión de que no eres nada. Buscas un entretenimiento. Jugar videojuegos. Jugar fútbol. Ver lucha libre. Comentar partidos de béisbol. Escuchar músicas varias. Leer libros. Haces todas esas cosas y más. Desayunas. Dices chistes. Escuchas chistes. Te ríes. Sabes que el tiempo devora todo. Sabes que

El mayor bien es pequeño
Que toda la vida es un sueño
Y los sueños, sueños son.

Te gustan esos versos. Te ayudan a seguir vivo. Sabes que nada debe importarte. Te levantas por la mañana preocupado. Te levantas refunfuñando porque no se te cumplió el deseo de no despertar. Buscas una manera de salir de este mundo. Buscas pistolas, jeringas, navajas, edificios altos, estaciones de tren. Sabes que al final será lo mismo. Buscas trabajo sin querer encontrar. Te pierdes en conversaciones. No entiendes lo que sucede a tu alrededor. No has visto las películas que todos vieron. Sigues, continúas. Haces teorías del universo y de la conciencia. Piensas que todos somos todos, o algo así. No sabes exactamente cómo, pero crees en ello, tienes fe. Buscas más y más distracciones. Cuerpos de mujeres, estadios de fútbol, pornografía, mascotas, nadie es nada, todo es una ilusión. Lees a Calderón de la Barca y sientes un profundo consuelo, sientes que no necesitas saber más que una media docena de versos. Cada vez que te sientes estúpido recurres a esos versos. Cada vez que estás en aprietos recurres a esos versos. Te acuestas por la noche y escribes en el viento. Te acuestas por la noche y dedicas un poema improvisado a los cielos. Vas al teatro. En una tarde medio nublada te sientes bien. Luego te desespera estar vivo. Quisieras alcanzar el cielo, volar. Te preguntas por qué usas palabras para pensar tú solo. Te entregas a patéticos soliloquios en voz baja. Sigues, continúas. Te preguntas constantemente cómo, cuándo y dónde llegará la muerte. Sigues, continúas. Entras a lugares nuevos. Llegas a ciudades nuevas. Te admiras un poco. Sigues siendo un desgraciado. Te sientes como un gusano aplastado. Nadas en albercas y mares. Sientes todo lo que vives. Tienes secretos, pensamientos íntimos que ni tú mismo podrás recordar. Te juntas con tus amigos a tocar música. Te sientes un fracasado tocando música. Escribes y lo muestras a tus amigos. Intentas seguir en este mundo haciendo lo que puedes. Te defiendes con las uñas. Comes y cuentas que comiste algo delicioso. Ves películas y cuentas que las viste. Tratas de alcanzar la gloria y lo escribes. Buscas separar tu alma de tu cuerpo y también lo escribes, y no conforme, se lo enseñas a los demás. Crees que tienes cosas interesantes que decir. Te compras ropa nueva. Te cambias de casa. Hablas casi siempre de cosas que no entiendes. Haces historias dignas de película platicando con amigos. Todos se sienten geniales en ese momento. Se te amarga el pecho. Te duele una parte de tu cuerpo. Algo por dentro, no sabes qué, se está pudriendo. Tienes miedo de caer. Tienes miedo de tu mismo cuerpo. Estás cansado de estar en un mismo cuerpo. Quisieras poder ser otro animal. Te resignas a la desesperación y el dolor. Te convences de que aún falta mucha tortura. Buscas darle sentido a tu vida con actividades que en el fondo sólo intentan huir, distraer, olvidar el dolor, la muerte. Pese a que nadie es nada, compites con los otros, te comparas con ellos, te das cuenta que eres un subnormal. Recuerdas cosas de tu vida y te ríes o lloras o te sientes estúpido o te arden las entrañas, con simples recuerdos, recuerdos que viven en el cerebro, cerebro que un día será polvo. Sigues, continúas….

jueves, 5 de agosto de 2010

La historia del velador-fantasma (A Oscar Wilde).

En algún lugar del mundo, no hace muchos años, cuando ya existían los restaurantes, en uno, trabajó un hombre como velador. No sé cuál era su día de descanso, pero todas las noches que se quedaba cuidando la propiedad, como era muy busgo y parar de busguear no podía, y como tenía acceso, por medio de unas llaves que el dueño le dio, al interior del establecimiento, se le hacía fácil meterse y zamparse, siempre, siempre, y puntualmente, una y sólo una hamburguesa, ni más ni menos.
Los empleados del restaurante, cocineros y ayudantes, si así se les puede llamar, al día siguiente siempre echaban de menos una hamburguesa, y como todo estaba debidamente y tenía que estar debidamente inventariado, alguien, incluso se turnaban, siempre alguien distinto, es decir, al que le tocaba, corría con el gasto de la misteriosa pérdida de una hamburguesa diaria.
Al paso del tiempo, tiempo en el que nunca dejó de ocurrir lo que ocurría, inconformes, ultrajados y en conciliábulo siniestro, un grupo de afectados por el misterioso y persistente flagelo, decidieron desenmascarar al felón de la manera más radical y bufa que a conferencia de cerebros pensantes pudiera ocurrírsele, pues creyeron prudente el poner veneno en los ingredientes que más a mano podría hallar el desventurado y por el destino maldito velador del establecimiento.
En efecto, sucedió que un día después de ideado y ejecutado el plan acordado, apareció el velador muerto, con el semblante pétreo y verde como el color del jade, y no ha habido noche, a partir de ese fúnebre acontecimiento, en que no se vea deambular por los lugares de ese encantado lugar, el espectro con figura del antiguo velador, con uniforme y todo, pero tan real, tan real, que podría decirse que es real, pero no lo es, porque sólo es una fantasmagoría muy bien constituida, lo que la hace endemoniadamente abominable, porque no conforme con ser una fantasmagoría vagamente visible, es cosa tan semejante a lo que representa que hasta se puede tocar y platicar con ella.

Fin

miércoles, 4 de agosto de 2010

El río gris

Tengo un marco en el que debe caber
todo lo que yo quiera dar a entender;
tengo una clepsidra quebrada adentro,
y todo el tiempo me invadió el cuerpo.

Debo tomar esos retazos
y acomodarlos bien en este marco.
Quiero que usted se olvide de todo,
que le basten mis delirios para irse,
para agarrar la maleta
y embarcar a otro planeta.

Las palabras bellas y confortantes
son un arma de dos filos.
¿Qué viene después del hechizo?
Al llegar al límite
no se puede ir más que al otro lado.
Y si era malo, cada vez menos malo;
y si era bueno, cada vez menos bueno,
el hechizo, el engaño, el artificio,
el placer que puede estar escondido,
en forma de palabras,
en forma de asuntos y certezas,
en forma de ilusiones y vidas,
vidas que no significan nada
y son como si pintaras en un lienzo en blanco.

Porque no hace falta tomarse en serio
esto que sin embargo es muy grave.
Y de ahí viene un miedo ridículo
A la soledad, a la vejez, al infarto, al hambre.
Quizá llegó el momento de reírnos del absurdo,
sólo hasta donde lo permita la fuerza.

He leído poemas que hablan de ríos,
ríos plúmbeos de riberas rojas,
donde se ahogan personas,
y hace falta repetirlo,
ni un árbol en toda esa zona,
sólo un río cruzando tierra roja,
un río gris y yo, observándome,
tratando de cruzar el río,
sintiéndome a larga distancia
cómo pierdo tracción
en las piedras resbaladizas;
y el agua es más profunda de lo que pensé,
y la corriente es más fuerte también,
y me sumerjo en un último juego.

lunes, 2 de agosto de 2010

Escrito

Desde mi tortura constante observo el mundo. Hay una figura femenina que se contonea con agilidad, y su sonrisa se clava en mi corazón cual saeta. Se le puede ver contenta y lozana, y, no conforme con ello, decide proclamar que se siente como en el cielo. Y yo pienso: “en algún tiempo tuve la esperanza de alcanzar su dicha, y así unirme con ella. Ahora estoy resignado a no alcanzarla, porque veo que me hundo sin tregua. Pero la esperanza que no puede morir es aquella de que ella, súbitamente, venga a unirse conmigo en la desgracia. La realidad me ha enseñado que ese tipo de esperanzas son las menos descabelladas.”
De todos los animales que hay en la tierra, el último que hubiera elegido ser, soy yo. Soy tan tonto que necesito palabras para pensar. En muchos animales también encontramos vanidades diabólicas: a los osos les gusta mirar desde la atalaya; tentado por el diablo el león forma su harem. Pero casi siempre se enfadan por mujeres. Lo bueno de los animales es que el más débil pronto muere. En los humanos existen varias formas de alargar la agonía. ¿Qué hace un buitre planeando a diez mil metros de altura? Está meditando sin palabras. Ya sació su estómago, no tiene ningún compromiso y decide levantar el vuelo. Llega al confín del cielo y piensa en los buitres que ya no planean cerca de él. Se pregunta sin necesidad de palabras: “¿A dónde fueron?” y lanza en las alturas un graznido agudo y plañidero, muy parecido al sonido de la gaita fúnebre, sólo que nunca oído humano podrá escuchar eso. ¡Qué lástima que muera un animal tan libre y fabuloso! Pero algo me dice que alguien acostumbrado a tales alturas no tendrá mucho problema en llevar su alma al sitio correcto. Tal vez ya ubicaron con la vista la luz eterna y los placeres sin castigo, y al morir, seguros, acompañados del graznido de los amigos, regresan a casa, con esa cara que ponen los soldados americanos al volver a la granja.