lunes, 1 de noviembre de 2010

Sombrilla cuando hace sol, paraguas cuando llueve

Antes, saliendo de mi casa bajaba la colina y me saludaba el cerro a veces seco a veces verde, escuchando musica con mis auriculares, cielo azul adornado de nubes vacilantes. Ahora salgo y veo un tùnel oscuro formado por àrboles frondosos, y por las mañanas canta un pàjaro muy bien su variado repertorio, en los sueños las tardes son casi tan oscuras como la noche por lo nublado y luego vuelo un rato en esos cielos, mientras una mujer cambiada se baña detras de la puerta transparente que desfigura su cuerpo ya de por sì desfigurado, la dejo atràs porque se supone que tenemos relaciones sexuales furtivas, y despuès hacemos como si no hubiera pasado nada y nos abstenemos como niños buenos por un buen rato, hasta que volvemos a caer estrepitosamente en la tentacion, sin que por ello dejemos de ser amigos como siempre respetuosos y discretos, sentados en el suelo jugando con muñecos. En verdad el cielo estaba oscuro y yo casi me caigo del balcòn por querer ver mejor. Luego paso un francotirador del que no perdì detalle gracias a mi privilegiada visiòn satelital ajustable. El francotirador medìa mucho y traìa un maletìn sospechoso y era yo. Entonces pasò una mujer tambien alta y me le metì a su casa sin que me advirtiera. Lògicamente despuès llamaron a la policia y me torcieron en la sala del sòtano, la cual era fastuosa y de lentejuela aterciopelada. Se armò un jaleo y despertè oliendo a jamòn pasado. El señor de al lado se habia suicidado con silenciador. Yo todavia no deberìa de saber esa informaciòn. Tuve que prender la tele para comenzar la dificil tarea de todos los dias, consistente en llegar otra vez a la noche a como dè lugar, para volver a soñar con bodegas gigantescas llenas de escombros punzocortantes y planes de fiestas desenfrenadas con alucine. No sucederìa lo que yo querìa, claro que no, como siempre, porque en esta ocasiòn ahora fueron los luchadores que me perseguìan con sus torsos desnudos. Tan cabrones los luchadores. Es increible lo que un mechòn de cabello puede hacer bien colocado en la frente y ver la boca desde los ojos pasando por la nariz. Podrìa eyacular siete veces en una mañana imaginandome unos calcetines bien puestos. Sì, pero yo no soy un genio. Se anuncia la hora de levantarse cuando la sensaciòn de estar dejando de ser lo que siempre has sido te invade. Sombrilla cuando hace sol; paraguas cuando llueve. Quiza el verdadero genio nunca parece hacer nada genial. Le basta el espectaculo de adentro. Quiza el genio pueda salvarse de la vanidad de sentirse especial. De una u otra forma siempre caemos en el error de sentirnos especiales. Todos somos especiales, y eso nos quita lo especial tambièn. El genio necesita que lo mantengan, que lo dejen pensar, pero no es fàcil. Muchos genios mueren sin haberse sentido a gusto para regodearse en sus cerebros, invadidos por la realidad.