miércoles, 16 de diciembre de 2009

Sueño

Después de dos cervezas de media y abundante comida (imagínense, un buffet, y no era de los de abogados), que me zampé en la comida familiar de festejo por la graduación de maestría de mi hermano en no sé exactamente qué ingeniería, llegué a la casa con el firme propósito de tirarme a dormir a la cama y escribir después lo que soñara, porque sentía que tenía tiempo de no hacerlo de manera notable. Casi siempre los sueños proporcionan material valioso para la escritura, y creo yo que no hay que echarlo en saco roto. Ya estaba ahí en la cama y el efecto de la cerveza y la comida fue fulminante: quedé desconectado del mundo bruscamente, tanto que al levantarme no sabía dónde estaba, porque estaba muy oscuro, y hasta llegué a preguntarme si la música de mi hermano, que venía de otra habitación, no sería la de algún dj infernal. El caso aquí es que en el lapso que medió entre que me emburujé en las colchas y desperté confundido, ocurrieron cosas dignas de ser contadas. Debo aclarar que lo que recuerdo del sueño son apenas fragmentos y que probablemente vayan a estar aderezados estos fragmentos con conjeturas mías, por lo que el texto probablemente vaya a ser casi incomprensible para la mayoría de los lectores, sobre todo para aquellos que están acostumbrados a lecturas obedientes de los cánones de composición literaria, que imagino yo deben provenir de una asociación muy grave. Ahí estaba yo con una película que me prestó un amigo. Era una película que me machacaba la mente, porque se acortaba el tiempo y yo tenía que verla, y se me convirtió en preocupación. La otra cosa era un viaje, un largo viaje organizado por la escuela, cuyo destino quedaba a 30 horas de trayecto, pero los gastos eran cubiertos casi en su mayoría por la escuela. ¡Qué esplendidos me salieron! Yo me sentía en la necesidad de ver la película antes de partir (tal vez mi amigo tenía que regresarla al videoclub), aunque todavía no era seguro que me decidiera por el viaje de 30 horas de trayecto, por lo que para despejar un poco mi mente de tantos problemas, me puse a convencer a mis hermanos de que vieran conmigo la película. La vimos en mi cuarto, en una televisión que yo no tengo, puesta en un lugar donde jamás la pondría. Aparte era una televisión obsoleta, de esas ochenteras que traen incluida la videocasetera en la parte de abajo, pequeñitas ellas. Ahí nos pusimos, sentados en el suelo, a la esquina de la cama, donde más tarde, cuando terminó la película y lanzamos mis dos hermanos y yo un alarido de satisfacción, nos enteramos que estaba mi padre, quien del alarido fue despertado y catapultado, para después descargar su furia gritándonos que saliéramos del cuarto. ¡Pero si el cuarto era mío!. Cosas de los sueños, al fin. Al salir del cuarto despavoridos, fuimos a dar a la habitación contigua, donde estaba mi mamá con una nota. Me la entregó, descubrí que era un manual para el viajero escolar, que habían hecho los organizadores del viaje que ya les dije, para prevenirnos de los frecuentes errores de equipaje en que habían incurrido alumnos de años pasados que habían hecho viajes parecidos, tal vez de 28 o 32 horas. Lo decían todo por experiencia. Leí la nota. Lógicamente en el sueño fue más divertido. Era como si estuviera leyendo las instrucciones para algo de Cortazar. Decía algo más o menos así acerca del jabón: no olviden, muchachos, el jabón. Es indispensable. Ustedes podrán pensar: qué tan importante puede ser el jabón; si lo olvido lo pido prestado a un compañero de viaje o lo compro en alguna tienda. Pero han de saber que el año pasado un muchacho tuvo que molestar a su padre con un viaje de 30 horas, para que le fuera a entregar un jabón, mientras el alumno permanecía en remojo en la ducha. Estuvo tanto tiempo ahí que la piel se le volvió tan de viejito que si lo tocaba cualquiera se le desgarraba la piel y le provocaba una hemorragia. De hecho todo derivó en una gran tragedia, porque al frotarse con el jabón el muchacho se desangró y murió a los pocos minutos, con el agua teñida de rojo. Su padre todavía tuvo que regresar, con ataúd y todo en el pick up, haciendo otras 30 horas, sumando 60. Y es que ni en las tiendas había jabones en ese pueblo, ni los compañeros de viaje quisieron menoscabarse. Al final decidí no hacer tal viaje. Y eso es lo que puedo decir acerca del sueño. Pude haberme arrancado a hablar del sueño sin avisar, pero consideré que sería deshonesto plagiar a los sueños y hacerme rico y famoso con ellos. Así que yo sí doy el crédito a los sueños. De hecho el sueño tuvo que recibir algunas modificaciones, por lo confuso de su naturaleza, así que yo también me llevo mi mérito al arreglar el sueño de una manera coherente.

martes, 8 de diciembre de 2009

decisión inteligente

Mi padre normalmente no me da dinero, pero hoy me dio mil pesos, sólo porque no era para algo que me gustara, era para unas clases de guitarra que mi hermano se encargó de conseguirme. Ellos siempre me han dicho que me meta a clases de guitarra, porque tengo una, pero no la toco bien, por así decir, aunque, según yo, toco cosas emotivas, lo que quiere decir que voy al meollo de la música, aunque peco de repetitivo. El caso es que no pude negarme a las clases, principalmente porque con personas como mis padres es imposible discutir, su despotismo es estratosférico y una negativa los hubiera hecho estallar en gritos y cosas de ese estilo; también porque llegué a imaginarme que la clase sería agradable, que el maestro sería uno de esos granjeros estadounidenses a los que les importa tres cojones si aprendes o no, si te comportas o no. Pero cuando ya estuve ahí, pude darme cuenta de que una vez más mi imaginación me había engañado con imágenes atractivas. El caso es que el maestro me cayó mal, y desde el principio mi resolución fue inalterable: esperaría cortésmente el final de la clase y no regresaría jamás. Si me preguntaban por el dinero, diría que no lo traía y ni modo que me escoltaran hasta el maldito cajero.
El cabrón me reprendió en varias ocasiones, sólo porque yo tocaba con bajísima intensidad las cuerdas, para distraerme un poco de su aburrida plática. Me dijo: no me gusta que nadie toque mientras hablo. Y luego empezó con sus ejercicios para las manos, y a mí siempre me ha molestado que alguien me diga lo que tengo que hacer. Está bien que él toca mejor que yo, pero eso no quiere decir que yo tenga que aprender la doctrina como él lo hizo. Tal vez yo sea el revolucionario de la guitarra y estaría cometiendo un error acatando las órdenes de un intérprete de medio pelo.
Lo rescatable fue que confirmé mi postura: aprender las notas y a afinar la guitarra, son cosas tediosas, esclavizantes, carentes de arte. Arte debería ser romper los instrumentos, por ejemplo, pero con estilo. Yo creo que la música debería de estar dividida en dos: la música técnica y exacta, podríamos llamarla científica; y la música artística, que es la que se improvisa, la que se hace con astucia y con el corazón. Porque de otra forma estaríamos volviendo al arte una disciplina, y creo que la cosa no va por ahí.
Nomás terminar la clase y me fui directo al prostíbulo.
Iba decidido a cogerme bien a una de las putas del lugar. Pedí una cerveza y me senté frente a la pista y me puse a escrutar cada hembra. La elegí y se la pedí al mesero. Ya cuando la tenía enfrente le dije: “mira, voy a ser sincero. Soy un prángana de primera, es raro que traiga dinero, hoy es un día excepcional, mi papá me soltó mil para unas clases de guitarra a las que no iré. Estos mil pesos serán tuyos; sólo quiero estar un rato contigo, coger y quedar satisfecho, y listo, los mil pesos son tuyos. Estoy seguro que por menos dinero has estado con hombres más feos. De hecho, yo soy guapo y debería ser un placer para ti coger conmigo. De hecho, deberías de pagarme tú a mí. Pero para que veas que soy buen pedo, te daré los mil pesos después de dejar que disfrutes de mi cuerpo”.
Y ella contestó a todo esto: “te amo”. Era linda la muchacha. Quedé de verla mañana en un lugar neutral. Tal vez me case con ella y huya de la casa de mis padres. Estoy seguro que ella podría mantenerme con lo que gana tan honorablemente, mientras yo produzco genialidades en casa. Ya saben, una máquina de escribir y cajas interminables de cigarrillos, y en la madrugada, cuando ella regrese de su jornada, recibiré afecto.

lunes, 7 de diciembre de 2009

La vida

La vida es como.... un tiovivo
no sé exactamente por qué
ha de ser por que esa cosa da vueltas
y podría decirse que la vida también
aunque siempre queda la duda

la vida también tiene caballos
y música
y es aburrida y lenta casi siempre
y la vida también tiene un mecanismo
como el tiovivo
se llama destino
y es lo que hace que uno haga lo que hace
sin que podamos cambiar nada
aunque nos emperremos en creer otra cosa

y esto sólo por hacer una comparación
porque obviamente
la vida no es como un tiovivo
sólo se asemeja en una que otra cosa

la vida es eso de lo que siempre hablamos
sin saber qué es
y por eso es el tema más interesante
creo yo
una bebida mística

la vida está compuesta de historias
historias que contamos y que nos cuentan
sensaciones que sólo sirven para contarse
si escuchamos una canción y nos gusta
queremos decir por qué nos gusta
queremos definirla inmediatamente
y la mayoría de las veces lo logramos
pero todo pasa
y probablemente sensaciones y relatos
juntos
vayan a ir a dar a la nada cuando muramos
probablemente no
es importante quedarnos con la duda
martirizarnos con la duda
podrirnos gradual y constantemente
morir y comprobar qué pasa
o morir y volver a lo mismo
otra vida, memoria nueva
las mismas incertidumbres
el mismo miedo

los versos del lobo

Bueno, pues ahora me encuentro en esta fase de mi vida en la que me veo obligado a abrir un blog porque mi hermano quiere tener adeptos en el que acaba de abrir. Pero como nada viene por que sí en la vida, como dicen, puede que este sea el principio del blog más impresionante y revelador de la red, donde yo publique las verdades del mundo y la gente comience a adorarme y quieran hacerme una religión con fervientes devotos que den sus vidas por mí. Digo, puede ser, no que así vaya ser.
Esto de los blogs se trata de que uno publique cualquier cosa, y yo me iré por el lado de las letras, porque es algo que me gusta. Tengo como 400 páginas de puros escritos, y aquí no pienso publicar lo mejor, porque no quiero plagios. Así que publicaré cosas modestas, y que quede clara que son cosas modestas y no las mejores, para que cuando alguien quede impresionado por algo de lo que publique, pueda decir: y eso que no está publicando lo mejor que tiene, eh.