martes, 30 de marzo de 2010

Música

El sol se filtra entre las hojas y acompaña a las naranjas fragmentándolas en colores matizados, que van del naranja al naranja, pasando por todo lo que puede ser llamado color naranja. No hay nada más musical que las palabras cuando dicen algo lleno de dobles erres, y el que las dice sabe que dice algo que el otro entiende y le da significado y se llena de esas dobles erres, como en la frase huele un chorro a chicharrón, donde aparte las haches hacen lo propio, poniéndole más música, más brío, presto ma non troppo. El truco está en que las palabras, más allá de ser musicales, dicen algo concreto, no como la música, esto sin demeritar la música. El misterio está en que esas palabras llenas de látigos y ondulaciones que a veces son suaves y otras bruscas, llevan dentro de sí imágenes y sensaciones, y eso a mí como me inquieta me fascina. Lamentablemente tuve que leer libros para tener la ocurrencia de escribir acerca de la música de las pláticas, como en el libro de las confesiones de un opiómano inglés, de Tomás de Quincey, quien bajo los efectos del opio se iba a los concierto más a escuchar la música de las pláticas en el vestíbulo que tenían lugar en los intermedios que a escuchar la que propiamente se conoce como música, y le gustaba escuchar más la música de los idiomas que no entendía, porque yo creo que lo mágico de ese asunto es el hecho de que uno sabe que entre ellos se entienden perfectamente haciendo música con las lenguas mientras uno se limita a concentrarse en las inflexiones, lo cual no puede hacerse con tanto placer sabiendo el significado de esos sonidos, pues el significado distrae. Ya lo decía Alfonso Reyes, que a él le hubiera gustado no saber una palabra de español, para poder disfrutar a plenitud los latigazos fonéticos que las lenguas de los que lo hablan profieren a la vez que se comunican. Ciertamente ya había gozado yo los placeres de las palabras, mas nunca se me había ocurrido escribir acerca de ellos, hasta que vi que otros lo habían hecho, lo cual me llena un poco de rabia, aunque pensándolo bien no tiene por qué preocuparme en lo absoluto si pienso una vez más en el consuelo que significa saber que uno no es otra cosa sino lo que le tocó ser, y que conste que este escrito me hizo gozar. Todos tenemos derecho a volver a decir lo que los muertos ya dijeron, pues uno no tiene la culpa de haber nacido con tantos años de historia a cuestas. Aquí lo que hay que ver es cuántos años tenía cada uno cuando lo dijo en su tiempo, y de ahí podrá venir un juicio más justo que aquel que sentencia siempre con la frase: eso no es nada nuevo. Uno goza con todo lo que envuelve el misterioso lenguaje; con la fonética y, de pasada, con el sentido de las palabras, lo cual nunca podrá dejar de ser una maravilla tal que haga que la vida valga la pena. Y desgraciadamente esto tuvo que terminar mal, con la impotencia de no poder seguir siendo eternamente brillante. Sin darme cuenta, fui convirtiéndome en lo que me tenía que convertir. No sé qué me depara el día de hoy, no sé si quedaré como genio o como idiota, pero con esa incertidumbre tengo que salir a despejar la duda, ahí, donde la gente se junta a medir fuerzas, día tras día.
Recuerdo que dije para mí: “¡oh! creo que soy la burla de aquí”, y se me llena la mente de pensamientos vengativos. No hace mucho me di cuenta de la palabra con que debía comenzar la nota desgarradora: sonó en mi mente como las primeras notas de una música edificadora, como una campana amplia. Luego entró él en el cuarto con la suya. Tenía su palabra desenvainada pero chata. No sonaba cual campana amplia. La mía era de aquel jaez que tiene que seguirse, porque se comprende al instante que un misterio envuelve. Eran palabras con música las mías, palabras versátiles que admitían cualquier continuación sublime, ascendente, hacia el cielo. Las de él eran patadas de ahogado, intentos por inquietar una mente que ya estaba en resguardo, en otro universo. Se escuchan mis palabras con claridad excepcional en el cerebro, no hace mucho me di cuenta de ello, y comencé a rendirle culto a una articulación que podía hacer con mi lengua, sin ninguna razón, con la intuición de que ahí estaría la clave, y seguí mi vida con un nudo en el pecho, con una esperanza que nadie más podría comprender. Solo, solo me fui tras esa salvación que podría no ser más que perdición. Me dije: no hay mucho que perder, arrójate a ese aire liviano.

jueves, 25 de marzo de 2010

Crónica de la crónica de un embuste

Un amigo me contó la historia de una señora que estafó a otra, diciéndole que era una adivina y que podía leerle las cartas. Se las leyó, y el veredicto del sortilegio fue: que sus padres iban a morir pronto, en un accidente catastrófico, y que la única manera de evitarlo, era con una cantidad de dinero igual a la suma de las edades de sus padres por mil, doblando lo que resultara de aquello, y que con ese dinero, metido en un costal o algo por el estilo, ella haría un hechizo y salvaría a sus padres de la muerte. Le aclaró que el dinero no era para nada para ella, sino que, “¡qué le vamos a hacer, yo sé que parece sospechoso, pero así es el conjuro señora!”. Entonces la señora ingenua sacó el dinero que llegaba a unos 240mil pesos de la bóveda del banco donde trabajaba como cajera, los echó al costal y, todo entre la noche dentro del banco, la embustera hizo con los polvos de la madre celestina el ajuste universal para que no ocurriera lo que estaba destinado, haciendo no sé qué tejemanejes con la bolsa. Después de esto le dijo que para que el conjuro surtiera efecto, era necesario que la bolsa se quedara ahí 3 horas. Luego no sé que pasó, pero, supongo que en una de esas que se distrajo la señora ingenua, le cambió una bolsa por otra, y para cuando pasaron las tres horas y quería regresar el dinero a la bóveda, ya no estaba, por lo que me imagino que se sintió como una idiota y hasta no sé cómo no se suicidó, y si yo hubiera sido ella, habría huido sin decir nada a nadie, a otro lugar donde nadie me conociera. Por mi parte, mientras mi amigo contaba la parte donde la bolsa estaba en reposo, yo imaginaba los efluvios mágicos que la bolsa despedía y modificaban el curso natural de las cosas. Al final de su historia remató con el comentario de que no se podía explicar cómo la gente se podía dejar engañar de ese modo tan pueril; entonces yo dije entre mí: yo pude haber sido estafado fácilmente con la imaginación que tengo, sin embargo no cambiaría la imagen de la bolsa en medio de los polvos de la madre celestina, por la satisfacción que reporta estar siempre a la defensiva. Después de todo, es evidente que todo da igual, pues vamos a morir al final, y creo que creer en lo fantástico es una sensación muy digna de vivirse, aunque al final uno caiga en la cuenta de que todo fue un engaño para sacarnos dinero.

miércoles, 24 de marzo de 2010

El remordimiento

En una escalera norteña escribía con una libreta sucia sentado en vomitada que no era mía y que no existía pero ahí estaba porque yo intentaba desentrañar inopinadamente lo que había de misterioso en un día común y corriente en el que no me moría ni era feliz. Entonces comencé a pensar que era conveniente escribir sin sentido, ya que la vida se presentaba tan difícil para mí, un imposibilitado de llegar a la comprensión de cosas incomprensibles, ni siquiera capaz de inventar buenas trolas para los incautos que todavía se les puede llamar novicios y andan por ahí buscando en libros una mano que los jale al paraíso, pero no. Aquí es donde el lector dice: hala, valió la pena hacer el esfuerzo al principio, parecía que esta mierda no llevaba pies ni cabeza, y es cierto, no llevaba pies ni cabeza, venía al trochemoche, pero se ha ido enderezando debido a la necesidad de que todo lleve una lógica que yo mismo quisiera eludir pero que es adhesiva como la cinta. Yo digo que ahora es mi plenitud, ahora es cuando hago mi arte como catarsis, pero es precisamente en este instante en el que los que saben de estas cosas comienzan a convencerse de que estoy chiflado y no sirvo para nada, pero debe ser la envidia que me tienen porque yo sí disfruto lo que hago. Pero si uno quiere obtener reconocimiento tiene que dejar de hacer lo que le gusta, pero a mi no me va eso y yo sigo con mi mente puesta fijamente en la jarra de cerveza que el destino me tiene preparada en alguna cantina de personas de la tercera edad mezcladas con jóvenes derrotados que ya se sienten ancianos y donde la pelea de box provoca una chacota que sería preferible aislar y seccionar y aumentar y suprimir, regresar y revisar bien cada comentario de esas conversaciones que están llenas de análisis deportivo. La expectación que un evento deportivo genera es algo que ronda por las calles como niebla londinense; o sea, una cosa que da escalofrío. En lo personal no me gustan las personas que escriben como yo, por ejemplo Burroughs, prefiero una historia bien hilvanada y clara, donde no haya ninguna aporía ni ninguna inconsecuencia, pero creo que es más placentero hacerlo así, sin historia sin trama, a ver qué sale, y puede que salga algo bueno, pero eso sí, no me extrañaría nada que a nadie le interesara esto, porque es una cosa por completo egoísta que yo hago. Shakespeare escribía para que lo entendieran, estoy seguro se esforzaba un huevo para darse a entender, y mírenlo, sigue vigente, de hecho yo lo estoy leyendo ahorita, porque se me hacen buenos sus sainetes. Yo soy un escritor limitado que rápidamente fastidia al lector con frases mal armadas, pero estoy seguro que a veces digo cosas como esa de que las personas que vemos a diario son cada vez más extrañas, cosa que a mí me parece excepcional, pero que a muchas personas probablemente no les mueva ninguna fibra y ese no es mi problema; yo sólo regurgito mi rollo y lo dejo a discreción de al que llegare. En ese aspecto soy más libre que aquellos que batallaron en hacer escritura digerible. El cerebro: gusanos ensangrentados que pretenden elevarse en éxtasis. ¡Ven!, de eso es de lo que hablo; sucede de repente, y para eso tengo que empezar con algo, lo que sea. Nubes pasajeras que ni siquiera ilusionan en el cielo primaveral, todavía hay que esperar. ¿Ustedes, las mujeres, qué opinan de los bigotes rubios? A mí me parecen repugnantes. Nomás por curiosidad prueben las drogas; a veces uno cree que ha llegado al Reino de los Cielos, y seguramente así ha de ser, pero no tan efímero. Las drogas, en una definición muy personal, son una probadita de lo que será el Reino de los Cielos; incluso hay una que se llama éxtasis, y el nombre no miente. Claro que nadie le da importancia a las contraindicaciones, porque al fin y al cabo vinimos a sufrir. La palabra remordimiento viene de cuando uno siente que se pasó la comida sin masticarla ni saborearla lo suficiente, por lo que al próximo bocado uno muerde con mayor cuidado y más veces, es decir que uno remuerde, porque precisamente uno siente remordimiento. Sólo de ahí puede venir esa palabra, sólo de un descuido nuestro que ofende el sabor de la comida, porque la comida es el placer más grande y si uno no la saborea cual debe ser, uno se siente culpable, pero rápidamente enmendamos el error y le ponemos más cuidado al masticado de la comida. Si alguien se tomó la molestia de llegar a este punto del escrito, se habrá dado cuenta, definitivamente, que soy un genio. Yo ya sé de qué se trata la vida, lo leí la otra vez en Borges: es algo así como que todo es todo y ya viene envuelto y es imposible salirse de lo que ya está hecho, y que uno debe hacer como que le interesan las bagatelas del mundo, aunque uno sepa muy bien que todo es nada. A esta conjetura, utilizando un estilo muy al estilo de Borges, yo agregaría que, bueno, las bagatelas de la vida sí, son bagatelas, pero también es cierto que a veces esas bagatelas nos meten unos sustos y unos vértigos que para qué. Si malentendí a Borges no me importa; ya saben que Borges como decía una cosa decía otro, pero era un gran señor, como aquella vez en la que escribió la historia de un militar alemán que decía: mi carne puede tener miedo, yo no. Ese militar alemán era la ley, decía que no importaba si Alemania era el yunque y Inglaterra el martillo, que lo importante era que rigiera la violencia, porque al militar alemán, como estaba cojo, se le ocurrió que sería buena idea ponerse a leer a Nietzsche, y ya saben, todo eso de Hitler y Wagner que tanto enajenó los cerebros teutones, que por lo demás son dignos de respeto, incluso creo que la segunda guerra mundial fue una empresa muy sensata, digo, no sé bien a bien de qué se trataba pero de que era sensata era sensata, porque ¿qué hay más sensato que aquello que parece descabellado?, eso es una cosa lógica, ya se sabe muy bien, sobre todo entre los lectores más cursados.

domingo, 21 de marzo de 2010

Ya la hicimos

La idea cuando uno escribe es hacerlo de tal manera que los lectores salten de emoción cuando lo lean, escribir un par de frases que sean suficientes para que el lector de ellas pierda el interés por la lectura y se conforme con repasarlas de memoria una y otra vez; un par de frases que signifiquen el arma para afrontar la vida sin desesperación, que no pierdan con el tiempo su eficacia para consolar de las tragedias de la vida, que pongan sonrisas en los rostros de todos aquellos a los que lleguen, que puedan colmar solo ellas una conversación de 4 horas donde todos estén contentos, solo ese par de frases, frases que simplifiquen a un grado irrebatible la complejidad de la vida. Ese ha sido el propósito de los escritores, quienes evidentemente hemos fracasado.
Mi máxima aspiración en la vida es hacer de mis dos apellidos uno solo. Cosa que considero frívola y que sin embargo sigo deseando, por ser la razón un instrumento para conseguir lo que nuestra parte animal desea, siendo imposible para la razón imponerse a las vanidades que solicita nuestro instinto. Uno sabe de antemano que todo da lo mismo, que no somos nada, pero es inevitable tener la curiosidad de saber qué se sentirá impresionar a los demás. Hoy observé la gente: me di cuenta que dentro de ellos hay pensamientos igual que dentro de mí, pero que los míos son los únicos que existen realmente, y tuve la sensación de que todo era un montaje que era y no era al mismo tiempo, en todos los sentidos, sólo para mí, aunque también para los demás al mismo tiempo. Es bonito ser el filósofo del grupo, el que de pronto se queda taciturno y comienza a ver qué sucede alrededor y no deja de sorprenderse por la existencia, el que actúa de manera distinta y se enfrenta a la duda de si será bueno no ser parecido a los demás, no reír al unísono, no mostrar el mismo interés por la plática, no comentar en modo alguno cosas amenas para los interlocutores, quienes se quedan perplejos ante la simplicidad de un comentario que intenta hacer reír con su absurdidad. Para mí la vida es una historia en la que yo trato de hacer lo que parece imposible y al final, cuando casi he perdido la esperanza, lo logro, donde la moraleja es mantén la actitud optimista aún en la adversidad, y no te importe afirmar cosas que ni tú mismo crees, porque puede ser que ahí esté la verdad.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Frases sueltas o semisueltas

Un silencio me arroba. Ya no hay nada en que pensar. Estamos vivos y se siente ¿Qué más se puede decir?
La voluntad tiene un campo de acción despreciable. El ego se me llena con una frase. Se siente bien. Cada que salgo me pregunto si regresaré a la cama. Tengo miedo. No quiero morir en público. Me da pena. Es un triunfo volver a la cama y distenderme y esperar la muerte. Quisiera hacer lo que me dé la gana, pero hay demonios a mi alrededor que lo impiden. Escribo mayormente acerca de ellos. Son mi material de trabajo. Les daría una buena lección volviéndome famoso a sus costillas. Veo un peligro al levantarme de una silla, es la sombra de la muerte que se avecina. Acostarme en la cama, dormir y cambiar de vida, no sin la seguridad de que alguien más me leerá. Una dosis de soledad para el bizco que se incomoda con las miradas de los demás. De todas maneras hay que salir y ver gente. La gente es la que dice si eres o no feliz. Si ellos te aclaman, puedes estar al borde de la muerte con una sonrisa ¿Ves el acorralamiento sutil que es la vida? Por lo menos la mía. No me gusta primera fila. Ahora creo que todo lo que escupo debe interesarle a los demás. Me meto mucha cocaína por la nariz, agarro una minilibreta y una pluma, me pongo la minilibreta en la bolsa de la camisa y la pluma detrás de la oreja, por si se me ocurre algo placentero de escribir, y camino frescamente por la calle.
El vigor es el trofeo que espera en la cima de la montaña más alta. Vigor es el mayor logro que puede alcanzar una persona, sin embargo, es efímero y debe ser una lástima perderlo. A todos esos bravucones quiero verlos agonizar ¿Qué puedo hacer? soy débil e inadaptable, mi consuelo es la debacle de los triunfadores. Hay gentes que no paran de suicidarse hasta que les toca algo bueno. Me consuela saber que fui tan elevado que ni me vieron, pero sí molesta un poco trabajar como un corriente siendo un extraordinario. Los extraordinarios deberíamos ser rápidamente identificados y mimados. Pero tal vez la incomprensión me haga aún mejor. No voy a traicionarme, no puedo traicionarme, no sé cómo traicionarme para obtener dinero sin esforzarme, sólo sé que me lo agradecerán cuando me muera. La vida se me hace algo tan baladí que se la entrego a la humanidad sin esperar nada a cambio. Soy magníficamente altanero y misterioso. Me gusta cómo soy; me gusta ser un perdedor, pusilánime, enfermizo, escritor de fárragos; me gusta que me duela el cuello y la cabeza; me gusta que me den infartos en público; me gusta que mis padres me metan a trabajar en un lugar que no me gusta; me gusta ser un trapo que la gente usa; me gusta saber que nada importa; me gusta estar desesperado y saber que moriré; me gusta ver a la gente divertirse mientras yo sufro, aunque no estaría mal ser Blue Demon.

martes, 16 de marzo de 2010

La metafísica de mike

Ah no, en aquellos tiempos yo no tenía sentido del humor, todavía le daba importancia a las cosas. Creía que en cada charla se jugaba uno el orgullo, quería impresionar a todos con comentarios técnicos o con chistes demasiado sofisticados, quería utilizar palabras rebuscadas, pero sólo conseguía quedarme tartamudeando. Todos mis recuerdos son vergüenzas. El pasado ya no importa y el futuro menos. Esta es la última generación: nuestros niños están lacios, nuestros niños pronto dejarán de tener orgullo y voluntad, pronto les dará igual morir o vivir, comenzarán a suicidarse o a vivir sin preocuparse, sin atender las necesidades, sin esforzarse por seguir viviendo, sin esperanza alguna.
La próxima rebelión será únicamente contra la vida. Aquí la vida es una imposición; a los rebeldes no nos gustan las imposiciones. Sí, mis comentarios están totalmente desatinados. Tal vez no. El amor es un acuerdo tácito en el que ambas partes prometen engañarse haciéndose creer que no están solos. La vida no es triste en ningún modo: es gracioso el hecho de que nada puede ser más grave que morir. La muerte es un escape bendito, la oportunidad de volver a empezar. La vida es sentir un par de cosas y luego quién sabe. Sin recompensa para el bueno y castigo para el malo, la vida se reduce a sentir un par de cosas y luego quién sabe, puede que siga otra vida igual y luego otra y luego otra, y lo único que tendremos serán biografías en wikipedia de personas interesantes, en su mayoría personas que con dolores muy agudos pudieron escribir algo notable o hacer alguna buena música, o tal vez tiranos de masas, personas que suelen llamarse héroes. También están los inventores de cosas; probablemente vendrá el inventor de la realidad virtual, el inventor de la inmortalidad, el inventor de la vacuna contra la desesperación, el hastío y la confusión de estar vivo. No hace falta ser un genio para ver que la naturaleza siempre se las arreglará para tener un cuerpo dispuesto para que entre la conciencia.
La consecuencia de nuestras decisiones siempre es la muerte, tarde o temprano, y la muerte es lo más interesante de la vida, y no es necesario esforzarse para conseguirla; todos, ricos y pobres, tienen derecho a lo más emocionante de la vida: irónicamente, la muerte. Todo está bien tal cual; todos sienten algo, todos mueren y al morir todos cambian de papeles. Es perfecto: la desigualdad en el mundo es la esperanza de que en una próxima vida nos toque ser de los de arriba. Tampoco está mal que la gente se queje de la manera atroz con que los poderosos consiguen su estatus; eso le pone sal a las cosas. Sería muy aburrido un mundo donde todos tuvieran que jalar parejo, pues dónde quedarían los extremos; dónde quedaría el desamparo que tan terribles sensaciones debe traer consigo, mismas que acaban con la muerte, igual que las sensaciones de protección y poder que tienen los magnates. Claro, yo no digo esto está bien y esto está mal. Sólo digo que las cosas están bien tal como están, y seguirían estando bien para mí si alguien me viniera a refutar con algún pensamiento activista. Ya sea que prefieras trabajar o ser un zángano, ya sea que seas fuerte o débil, ya sea que seas un idiota o un genio, ya sea que seas un reaccionario o un revolucionario, para mí no eres más que un mortal que hace única y exclusivamente lo que se le impuso al nacer, y yo también soy uno de esos, pero no por eso me dejo de reír, porque reír también es parte de la imposición, aunque no lo quieras admitir, pero está bien, no te acongojes, vamos a ver qué pasa cuando muramos, puede que haya algún tour por las constelaciones.

sábado, 13 de marzo de 2010

Poema para masturbarse

Salgo de la fábrica
Muy contento con mi raya
Voy caminando rumbo a mi casa
Y encuentro a una puta en su banqueta
Está descalza
Lleva shorts cortos y aguados
Y blusa de tirantes
Y la puerta de su casa
Es un pedazo de tela
Rápidamente
Mi verga crece
Y tengo que entrar con ella
En la casa todo está oscuro
Y sólo hay un sillón podrido
Ahí me sentó con su sonrisa imperativa
Me hizo un baile de película
Me desabroché el pantalón
Y me saqué la incontenible verga
Ella me hizo un footjob
Y sus pies quedaron nejos
Debajo del shorts no traía bragas
Y sin quitárselo muy bien entró mi verga
Yo iba a mi casa virtuosamente
Pero el diablo se esmeró esa tarde
Y al día siguiente
No tenía que comer
Así que fui a verla
Para decirle que me había despelucado
Y ella me pichó unos tacos

martes, 9 de marzo de 2010

Para Federico

La diferencia entre los vatos normales y yo, es que yo no uso vaselina en el cabello y ellos sí. Por otra parte, creo que Nietzsche debió haber sido boxeador en lugar de filósofo, simplemente porque sus ideas eran más acordes a las de un boxeador; y no lo digo con socarronería, sino que estoy seguro que él se hubiera sentido más pleno aportando con su vida un poco de rudeza a la humanidad. La filosofía es más bien para los delicados que él tanto execraba; en cambio el box requiere de la dureza que él profesaba. Creo que el muchacho no fue muy consecuente con lo que decía, pero comoquiera se le quiere, porque tenía un no sé qué. De hecho creo que le tenía sin cuidado contradecirse y sabía muy bien que la labor del filósofo no debe ser decir la verdad, ya que hace mucho nos hemos dado cuenta de lo imposible que es alcanzarla, sino entretener con la cháchara y levantar polémica. Estoy seguro que Nietzsche era una de las personas más dependientes de la moral, que él tachaba de decadente y para débiles, ya que sin ella nunca hubiera podido escribir todos los disparates que escribió, pues se lo hubiera impedido algún orangután de la selva, que él proponía como ideal. Pero Nietzsche sabía esto y, como genio que era, se regodeaba en escandalizar a los demás con sus extravagancias, puesto que lo único que le bastaba, estoy seguro, era saber que un día tendría que morir y que su vida era algo irrelevante, por lo cual se divertía mientras podía con todo lo que encontraba a su alrededor. Bueno, eso quiero pensar yo; siendo de otra forma, era un idiota consumado.

lunes, 8 de marzo de 2010

Apóstrofe

Hermano: si no sirves para hacer vibrar a los demás con tu arte, por favor déjalo y disfruta del de otros, que en el disfrute está la esencia del arte, y es más artista el que se solaza en él que el que se desvive por hacer a los demás vibrar. No seas de esos que no teniendo los beneficios de ser artistas reputados, se quiebran aún la cabeza sin obtener nada a cambio. Las riquezas que le sobrevienen al artista, parecen cortas al lado de lo que deja de su alma en sus obras. Recuerda siempre también que, según la teoría de la felicidad equitativa, la cual es infalible, no hay goce que no traiga igual desventura. Si no puedes meter sin forzar en tus escritos las palabras nuevas que aprendiste, entonces esto no es para ti, aunque puedes hacer lo que quieras. Tienes dos opciones: esclavizarte haciendo un trabajo monótono para conseguir dinero, o esclavizarte con el arte que sólo te traerá pérdidas. Piensa un poco, che, y a lo mejor y hasta los fines de semanas con el dinero que ahorres puedes ir a un recital a reventarte. El arte es un trabajo que no sólo exige talento para expresar emociones, sino que en la mayor parte lo que exige es que seas un buen carantoñero, y mira que si eliges el camino estrecho pero bueno, chance y hasta póstumamente te publiquen un poema de esos sinceros, que sólo los desdichados, fracasados, sin ilusiones, como tú y yo, podemos hacer. Mira bien, che. Y de pasada, para que veas que somos amigos y que entre tú y yo puede haber talento sin que nos envidiemos, te digo que hace poco tuve una excelente idea: que debería haber una profesión que se llamase: de los que no teniendo técnica para pintar tienen buenas ideas que pintar. Por ejemplo, yo podría ser un excelente miembro de este gremio, pues no hace mucho se me ocurrió que podría convertir en cuadro un sueño que tuve, en el que iba a un puesto callejero de tacos y pedía uno de frijoles y otro de bistek; rondaba por ahí un perro rabioso y roñoso (con la carne viva en algunas zonas), que me gruñía con insistencia, mismo que más tarde se dio una vuelta a la manzana y en regresando fue acometido por el taquero, quien de un sablazo lo decapitó. Sentí una gran impotencia por no saber pintar ni tener los implementos para hacerlo, y por eso se me ocurrió la grandiosa idea de crear esa nueva profesión y, por qué no, hacerle un apartado en los avisos de ocasión; así, siendo yo un experto en darle ideas a los que teniendo técnica para pintar no saben qué pintar, diría a uno de estos: “eh che, ponme aquí un puesto de tacos con taquero y todo, y al lado un perro rabioso, y así tendremos un cuadro más surrealista que los de Dalí, y en daca las pajas ambos nos hacemos magnates partiendo las ganancias de la venta del cuadro a la mitad, y aquí se rompió una taza y cada quién para su casa.”

miércoles, 3 de marzo de 2010

La frase del millón

Me da flojera buscar las palabras para explicar lo que pasa. Esa frase debe valer millones de dólares, ya que dice algo que todos, sobre todo los escritores, sienten constantemente, pero que nadie había sabido decir tan sencillamente como yo. Quizás el miedo a ser juzgados de estúpidos es lo que les impide expresar su renuencia a buscar palabras todo el tiempo para explicar lo que desean, sin embargo, y a pesar de que no es bueno mostrar debilidad en esta competencia que es la vida, es cierto que componer frases con significado es de lo más estresante y destructivo para un humano. De hecho la frase “me da flojera buscar las palabras para explicar lo que pasa” significa la solución de una problemática inmemorial, encierra algo tan simple y tan profundo que no dudo que pueda liberar espiritualmente a más de una generación. Sin embargo, no creo que esa frase sea suficiente para que yo no tenga que trabajar por el resto de mi vida; es muy probable que un crítico literario sabelotodo vaya a salirme con el argumento de que para ser escritor se requiere un mínimo de inteligencia para precisamente poder explicar lo que pasa. Y yo habré de contestar: “mira, mira, tú lo que quieres es monopolizar la literatura para los inteligentes. ¿Y dónde quedamos los tarados? Alguien tiene que hablar por los tarados. ¿Si no es por flojera a buscar las palabras para explicar lo que pasa, por qué será que tantos desisten en su intento de escribir un libro?”