domingo, 23 de mayo de 2010

Pandemonium

Era ahí la vida, sin duda. El lugar. La noche. El ordenador. Digamos que era una fiesta, moderna, con luces parpadeantes, como siempre. Entonces yo estaba ahí y había cosas que hacer. Era el canabis que por ahí abundaba y la gente que era profusa. Yo no sabía que terminaría ahí, a las dos de la tarde. Pensé, durante un intervalo importante de la noche, yo escribiré esta pachanga magistralmente. Entonces emergió un sendo porro, no era yo, era la grey que sacaba el porro, y yo no me podía resistir. Ya bajo los efectos, para que quede claro. Muy bien. Estaba ahí, oteando la zona, era un fiesta de despedida de alguien que se iba a Europa, ahí estuve con Salvador hasta el final, con la barriga triturada por el licor, viendo gente que se besaba con la boca seca. Entonces dije: no estoy tan empinado. Fue sobre todo la mariguana la que puso de relieve el tema. La guerra era el tema, luego otras cosas. Salvador escuchando. Yo diciendo: se necesita un buen vigilante para defender la plaza, un vigilante siempre despierto, para localizar al oponente desde lejos y rápidamente armar una estrategia. Había que ver la cosa desde esas palabras. Palabras esclarecedoras. Rodear al rival y aplastarlo. Vigilante diestro. Música. Habría que ver al oponente a una distancia considerable, para después mandar las tropas. También platiqué de otras cosas. La policía llegó a reventar la party, pero nadie tomó en serio a la poli, la poli es buena onda, siempre diciendo cosas, cosas inquietantes, y yo, ahí, adentro, refugiado, con la seguridad de que nada ni nadie podría excomulgarme. Los polis no pueden hacer nada contra una muchedumbre metida en una propiedad. De todas formas no pierden la oportunidad de arruinarle la noche a algún borracho acostado en la banqueta, o alguien que orina en la calle, obligado por el alcohol y la falta de servicio. Entonces yo estaba con Salvador diciendo todo eso, y luego surgió un tema, fue algo subliminal, como entre nubes, así, rosa, pero era de noche, y yo pregunté con curiosidad cómo terminaría todo ese escándalo, la respuesta es que todos felices para siempre, como en los cuentos de hadas. Cabía aclarar que yo no me refería sólo a la fiesta, sino a todo el asunto, a la vida, el mundo. Esperanzas falsas, como siempre, o tal vez la verdad. Pero eran sólo los efectos de la mota. La mota. Invertí más de 12 horas de mi vida en esa fiesta. La vi desde el amanecer hasta el ocaso, desde el jaleo cumbre de las tres y media hasta la plática torpe de la 1 de la tarde después de un sueño inquieto, en un cuarto, todos derrotados, nadie había follado, ni habían estado cerca. Cuando comenzaba a amanecer, con Salvador pude ver toda la escena del rotundo fracaso. Mujeres y hombres libidinosos que simplemente no hallan el modo, el modo de descargarse. Entonces hubo un soundtrack, naturalmente hubo un soundtrack, pero sólo Salvador y yo lo entendimos. Admitámoslo, era Syd Barrett, el artífice de eso, pero surgió natural, venía completamente al caso, nadie forzó nada, porque ciertamente ahí estábamos, pero queríamos pasar desapercibidos, ver cómo, al final, por más alharaca que se haga, nadie folla. Desde luego alguien se llevó la noche: el que acarició más a la muerte. Eso nos da risa. Y todo por un poco de afecto. A fin de cuentas nos identificamos con el borracho que desafía a la muerte, quizás sintamos envidia. Un hombre que se lo toma tan a la ligera, exponiéndose a la broncoaspiración. Quisiéramos tener las agallas, pero somos seres ordinarios que no pueden más que reírse de los grandes. Entonces Salvador dijo algo que tal vez produjo en mí un efecto más efervescente del deseado: “hay que tener la estructura muy pequeña”. Entonces pensé: ¿me estará halagando?. Difícil entenderlo no siendo yo. Alguien dijo una vez que era difícil darse a entender. Me pregunto si tendrá algún beneficio darse a entender. Yo digo lo mío, desde mi carrusel. Quizás en alguna fiesta donde todo termine en fracaso, en cuarto atiborrado de semen, quizás alguien lo entienda, pero será mágico, no será así nada más, una cosa que se entendió. De eso y otras cosas se habló. Era una especie de pasillo, luego unas escaleras, pero antes un dj, y había extranjeros, europeos, que por ser europeos se creían superiores, pero yo pensaba: “espera, yo crucé el océano, es decir, mis antepasados cruzaron el océano, y eso está en mi sangre, el valor, la sonrisa de pirata, claro. Y un ojo más abierto que el otro, para evitar números”. Lo siento, no puedo desmenuzar la materia para ustedes, no soy esa clase de persona que se preocupa por los demás. Los escritores escriben lo que les pasa, pierden la cabeza por compartir lo que les pasa. Es cuestión de ponerse a teclear, es todo. No pensar es ya una gran ventaja.

1 comentario:

  1. Te veo y no me ves
    Te busco y no me ves
    Te topo y sigues sin verme.
    ¿Què tengo que hacer para que me veas?

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