jueves, 20 de mayo de 2010

Algo que hice

Haciendo un recuento y una pelota dura de la historia, por supuesto con lo más importante, tenemos que aquí estoy yo con esto que escribo, no hay más. La historia viene a sintetizarse en mí; lo que llegue de la historia a mí es la historia. ¿Por qué hablo de la historia? Porque yo soy el resultado de esa cosa tan compleja y manipulada. La misma manipulación ha sido determinante en la pelota dura que ahora vemos, pelota apretada hasta llegar al punto de la densidad del diamante. Diamante: palabra histórica. Se dice que en África todavía se puede encontrar el mentado diamante. Cuando hago esto siempre siento tentación de escribir: en cuanto a…., pero sólo es porque se escucha bonito y tiene un ritmo que me relaja. Aquí estoy una vez más, haciendo lo mismo pero diferente. La historia es algo que depende de mí por completo, desde mi perspectiva claro, perspectiva que siempre he tenido y tendré que abandonar sólo después de sufrimientos estratosféricos. La verdad las palabras me producen un placer que no podría describir. Pero un dolor todavía mayor. Ustedes no saben lo que ocurre en mi cabeza. Déjenme ponerlos al corriente. Al fin y al cabo siempre es lo mismo con los escritores. Abren de par en par las puertas de ese órgano repugnante lleno de cosillas parecidas a gusanillos blanquillos. Aquí vamos. En mi cerebro, pues, hubo ya varios accidente, colapsos, cataclismos, catástrofes del orden natural y civil, asuntos de estado, causas de fuerza mayor, casos fortuitos que impiden la realización de ciertas diligencias, y no importa porque el juez dará prórroga. Después de todo estudié derecho y de algo tenía que servir. Entonces esas guerras y colapsos y accidentes que en mi cerebro han ocurrido, han derivado en que se abrió, ahí dentro, una especie de recinto del vicio, antro, para ser exactos, donde hay una juerga interminable, con putas y alcohol, lsd, más putas y más alcohol, mucha gente de narices ganchudas y mocosas, de codos rasposos y nejos, rameras eslavas y condones usados. Ya se imaginarán el bullicio. Aparte tienen una luz estroboscópica que naturalmente me tiene todo trastornado. También hay metanfetaminas y putas, olvidé decir putas. El caso es que tengo que soportar la tracalada que traen ahí dentro. No puedo hacer nada, no puedo llamar a protección civil, porque ni siquiera sé qué hacen ellos, tampoco a salubridad, porque no sé si exista ese departamento. Todas las dependencias públicas han sido absorbidas por el órgano matriz: el departamento de desvío de recursos, en el ámbito de mi cerebro y evidentemente en el de la estructura gubernamental que ustedes conocen, esa que está en la calle Zaragoza y en otras calles también, según de qué ciudad, estado o país estemos hablando. Pequeña digresión. Retomamos el cause. Es el caso señor juez que esos conciudadanos se empeñan en reventarme las bolas el día entero con su puta música psycho y los maricones que gritan extasiados por el éxtasis, sustancia que habrá de ser examinada en su momento por el perito, del cual tengo a bien proporcionar su domicilio, ubicado en la zona más rascuache y promiscua de la ciudad, ahí donde las puertas son sábanas y ustedes saben perfectamente a qué lugar me refiero, domicilio marcado con el número 666, nomás para que vean de qué clase de tipejo estamos hablando. Aparte. Una vez hecha la demanda a no sé quién, puesto que no creo que alguien pueda defenderme en este sentido, ¡sí, estoy loco, qué alegría, hurray!, debo admitir que también esas fiestas me han enseñado que la boutade, palabra que recién se agregó al diccionario y cuyo significado sólo puedo saber yo puesto que soy un erudito, digo que he aprendido gracias a las fiestas que se hacen en el boquete que tengo en el cerebro debido al accidente antes citado, que la boutade es lo mejor que uno puede hacer en vida, y entre más haga uno boutades uno vive más y mejor. Amén. Por mi parte puedo decir que la historia es el reflejo de todo lo que yo escribo y digo y hago, porque sólo hago lo que me enseñaron. Además, existe una clara tendencia al desperdicio. Desperdicio de hojas para hacer libros que nadie tendrá los testículos para leer, si acaso yo, que estoy aquí, solo, solito. Un aplauso para los que llegaron aquí después de haber leído y releído, después de haber escudriñado, como diría un amigo, el meollo del asunto. La verdad no tengo ningún amigo que utilice esa jodida palabra, porque es una palabra mamona. No pudiendo dar más de mí, hecho una verdadera piltrafa, me despido, suyo de ustedes. Tú la traes.

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