miércoles, 30 de junio de 2010

Unos añitos más

Forúnculo de fruto almendrado aparecido como enigma en un sueño, eres acaso la cosa que marca la pauta en mi vida pero yo qué sé, quizás sólo deba esperar, y no puedo. Recuerdo la almendra brotando de mi piel, inducida por la presión que mis dedos meten en los bordes. También está el aditamento onírico del control remoto para ahorrar pilas, el cual se inserta en la parte de adelante y es verde y tiene discoteca, porque el foquito rojo de adentro con lo verde de afuera, hacen un efecto parecido al que arroja el licor en la sangre y las luces de una noche confusa en los lupanares de un centro de vicio. No sobraría destacar la presencia de música suave con fondo de lluvia, música sin base, música ambiente, música sin patada, música que flota y hace flotar, y la sensación que a todo eso acompaña. Y, después de todo, lo esencial ya lo dijo quizás un argentino dado al error, metido en alguna cantina con nombre de allá y que balbuceaba sólo, ya rendido por los tragos. Los poetas pudieron haber sido los responsables de que ahora no haya más que poetas suicidas, por haber dicho tan bien lo que había que decirse. Cuánto odio a los poetas elocuentes y apasionados. Quizás lo del argentino borracho no debió haber sido balbuceo, sino disquisición ordenada y concisa, inspirada por la cocaína, por no saber llamarla de mejor manera. Ahora la gente dice que no entiende lo que digo. Mira, es cualquier cosa, tan relevante como la cagada que te echaste en la mañana, tan perdurable como aquello que nunca conocemos. Por ahí ya lo dijo Borges en otras palabras, no me hagan mucho caso, sólo intento decirlo con otras, que la vida es a la vez corta y larga, no es nada, pero qué desesperante es saber que podría alargarse unos diez años. ¡Diez años! casi me parecen una eternidad, pero pasan como pasa un corredor por la meta. Mira, para acabar pronto, sin complicarnos mucho, para resumir esto, la verdad sea dicha, todo es una paradoja, es decir, todo es dos cosas opuestas a la vez y las que están en medio. Espero que cuando me muera alguien pueda decir de mí que comprometí mi salud por dejar unas cuantas frases ingeniosas a una humanidad igual de efímera que una estrella fugaz, o que alguien cite esto en mi funeral. La baqueta ya es un puro, de esos cubanos, un habano si quieren. Mi corazón ya es una bomba. Se desactiva cortando el cable rojo. No está de más una broma tonta. Yo ya soy una cosa que come y gasta luz y que muerde una baqueta. A estas alturas todo es despedida. Estoy metido en una racha de mierda. Digo, no veo mucha diferencia entre salir por ahí a drogarme y intentar subir al cielo. A mi me da igual; sólo estoy esperando un buen pretexto para dejar esta vida. Es que no es fácil cruzar el umbral; hay que hacerlo con cierta picardía: un par de gambetas para eludir la culpa y otras cosillas. Algunos mueren dormidos, pero te apuesto a que sueñan con el puto diablo. No hay falla, no es nada, es sólo una vida, tengo infinidad por delante. Ya me pueden torturar de mil maneras, que yo sabré pensar durante todo el tiempo que dure la tortura, aunque sean cincuenta años, en lo que representan esos cincuenta años para la eternidad. Además, esto no se puede quedar así, porque tiene que haber recompensa, estamos hablando de que el placer del torturador y el sufrimiento del torturado son a su debido momento. También podemos añadir que se puede sentir lo de una existencia a la vez y nada más, y que eso que siente la existencia está dado por lo que tiene que ser, el destino, y hay que sentirlo a fuerza, por más que uno piense que tiene voluntad, porque la voluntad le sirve a la naturaleza y la naturaleza le sirve al destino. Todo está evidentemente determinado, aunque eso no sirva para consolar a nadie. No me queda de otra que seguir esperando que las cosas mejoren. Pero tengo toda la vida esperando. Tal vez muera esperando. No creo que una bala perdida que mata a un inocente sea una tragedia. Todo lo contrario, esa bala es bendita, caída del cielo, porque borra la culpa de finiquitar las cosas por mano propia. Uno debe de luchar hasta el final por la vida, porque si no se va uno con culpa. Uno se debe ir como héroe, no como cobarde, y la razón la desconozco. Es preciso sufrir y aferrarse al sufrimiento. Yo hablo desde mi perspectiva, siempre he hablado desde aquí. Pero qué más da, al final todo se reduce al absurdo, al absurdo de buscar bienestar fugitivo para que todo se acabe como en todos los casos y sea borrado para siempre de esa memoria que vive en el cerebro que se pudre. Pero quién sabe, quizás eludir el sufrimiento no amerite ningún castigo eterno, pero para qué arriesgarse, son sólo unos añitos más, largos y tortuosos añitos, pero al fin añitos.

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