Ahí va otra imaginación que no pasará en la realidad.
Es la belleza de un perro corriendo entre las hojas secas y las flores caídas. Y todo lo que pierdes de tiempo imaginando cosas que no pasarán estará siempre ahí como un fantasma recordándote el tiempo que perdiste imaginando que podías controlar la situación, pero no, no será así, esas escenas que construyes se disipan y no vuelven nunca más, esos diálogos que haces en tu mente no podrán hacerse porque ahí en el momento, en la hora decisiva, el otro hará una pregunta inesperada y se vendrá abajo tu teatro estúpido. Poco a poco te das cuenta de que cada nueva escena en tu mente es otra cosa que en realidad no pasará, pero sigue trabajando la imaginación y creando nuevos escenarios donde eres un valiente un héroe un ingenioso muchacho opulento y gallardo, con una espada en el tahalí y eso no tiene ningún precio para nadie porque son cosas que están en la mente impresas cual cabezas en piedras de hace muchos años, enterradas en África. Y también está la necesidad de continuar en esto que es escribir, porque la vida real ofrece pocas cosas para un soñador, para un holgazán, para alguien que le consagra la vida a las historias y las imaginaciones y la filosofía y todo eso que igual no es nada, como lo que pasa en una oficina, donde llevan un control de lo que sale y entra en el bolsillo de un señor muy bien vestido. Y no es las nubes ni la gente ni las calles ni los ruidos ni el temor ni la discordia entre dos personas que se han visto demasiado para seguir estando en armonía, porque comienzan las secretas competencias, comienzan a evitar ser un banquito para el otro, y todos suben la guardia y luego nadie sabe por qué. Quizás todos hemos tenido malas experiencias y preferimos estar muy al pendiente de los movimientos de las personas más cercanas y lo demás. Y todo es inútil, porque siempre, siempre nos equivocamos, porque siempre buscamos algo y lo decimos con rodeos y hacemos como que hablamos al aire o como que decimos teorías de la vida, cuando nuestra intención es una muy específica, que tal vez no podamos admitir ni a solas ni acompañados. Nadie vive el momento. El momento es una cosa que siempre está adelante, siempre hay que moverse, hacer, decir, así se nos presenta, vamos, hacemos lo mejor que podemos, esperamos resultados, a veces obtenemos lo que buscamos pero no era lo mejor. Llena de sufrimientos está la vida, llena de aguantar el momento, llena de desconfianzas. Siempre hay algo que atormenta, y todo se trata de distraerse de esos tormentos. No, no intentes distraerte. Sufre, sufre como perro. La vida está llena de pequeñas ocupaciones: limpiar aquí, limpiar allá, hacer la comida, comer la comida, traer dinero, y todas esas cosas ingratas. Pero sufre, sufre como perro, no intentes evadir el miedo. Afronta el miedo, ve hacia el canto angelical de las sirenas, ve con tu amada o con tu amado todo el tiempo para que te destruya el corazón. Llévalo hasta el límite, haz eso que quieres hacer, eso que te llama por lo peligroso y tentador. Deja atrás esas niñerías de la niñez, esas libretitas con dibujitos y esquemitas, y toma el camino sinuoso del amor. Y tal vez, tal vez un día podamos hacer algo desinteresadamente y confiar y cumplir una palabra y volver a ser desgraciados por no haber podido encontrar el secreto de la felicidad. Pero tal vez la ilusión dure algunos años, y esos años puedan servir para afrontar las desgracias del futuro con mayor entereza, con resignación y conformismo. Porque podremos decir: conocí el amor, vencí a la desconfianza, me entregué y fui correspondido y me sentí bien por eso y di mi cariño y recibí más de lo que esperaba y todo eso. Pero nadie podrá decirme que estos años de nuestras vidas representan algo. Nadie podrá considerarse fuera del destino, fuera de algo que lo mueve de aquí para allá, con diferentes artimañas, como esa del instinto de ser mejor y tener una piel que acariciar, una vagina húmeda donde meter la verga. Nadie podrá negar que todos estamos sometidos al destino, sometidos a la naturaleza que nos utiliza para evolucionar, para complicar las cosas, para hacer diferentes cosas, y por eso nos hace un ego y por eso cuando cometemos un error nos sentimos débiles y cuando un acierto fuertes. Y luego estamos ahí tirados en el sillón imaginando cómo haremos para llevar a esa chica a la cama, y pasan escenas diversas en la imaginación, escenas donde con inusitada gracia cortejamos a la dama y la llevamos a nuestro lecho. Pero cada nueva escena que pasa por nuestra imaginación es otra que no sucederá en la realidad, una posibilidad descartada, porque sucederá algo torpe, algo circunstancial, nada especial. Entonces esas palabras que usamos en ciertas escenas imaginarias quedan malditas, dejan de ser elegibles, porque se vuelven cosas prefabricadas, cosas de otro tiempo y ya no sirven. Entonces queremos aplacar la imaginación, pero se resiste, sigue haciendo posibles escenas, y cuando acaban decimos: ahí va una más, una más que jamás sucederá y que tal vez si no hubiera imaginado habría sucedido. Y luego al final, todas estas conclusiones serán polvo, serán nada, serán olvido. Todas estas reflexiones lo mismo.
lunes, 7 de junio de 2010
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