martes, 1 de junio de 2010
Título atractivo
Ha pasado un tiempo de mi vida con cosas, descalabros, alegrías fugaces, y he buscado, uno tiene que buscar, con palabras, no tenemos otra cosa, he buscado el sentido de la vida, he tratado de salir ileso de aquí, haciendo la tarea, no haciéndola, obedeciendo, desobedeciendo, caminando por avenidas y parques, introduciendo mi pene en panochas y culos, descubriendo nuevos lugares, pero siempre me encuentro con que mi cuerpo es sólo una cosa que se degrada, que la naturaleza nos obliga a desear lo que ella quiere, que todo ya fue dicho de una manera u otra y que no hay nada que hacer en este mundo más que morir. He sentido el escalofrío amplificado de la mañana, después de comer melón, volado en sueños, he tenido temporadas de muchos sueños y de ausencia de sueños, o más bien no recuerdo. He dicho mil veces que la vida no es nada, he sufrido dentro de la nada, me he desesperado, he intentado robar la fórmula, he querido rebelarme contra el destino, pero mi rebeldía era parte del destino. He estado completamente derrotado en rincones insospechados de la desdicha y el tormento. Me he vuelto loco, alucinando, ansiando, sabiéndome que represento absolutamente nada y sin embargo me muevo como pez fuera del agua, intentando no sé qué. Mis momentos de felicidad representan una fracción lamentable de mi vida. Me he odiado hasta el cansancio por ser lo que simplemente me tocó. Me he resignado, he aceptado lo que soy, pero pronto olvido todo, vuelvo a sentirme tonto, vuelvo a intentar ser mejor, vuelvo a enfrascarme en tareas estúpidas para saber más, sabiendo que no tiene caso, sólo para impresionar, sólo para hacer reír a los demás, para sacar la novedad, para no quedarme atrás, para entretenerme con los conocimientos, las palabras. He leído libros de filosofía de los que ahora no recuerdo un solo concepto. He desperdiciado mi vida, como todos. He buscado la respuesta en todos lados, en mí mismo sobre todo; no he llegado a nada. He escrito de mil formas, en mil estilos, he utilizado palabras que ya no recuerdo, he perdido miles de neuronas drogándome y leyendo y enfermándome de la gripa. He visto gente que parece contenta y me han dado ganas de estrangularlos, pero no lo he hecho. Trepado paredes y escaleras. Probado miles de sabores, equivocado hasta el cansancio, derrotado sin amparo, masticado chicles, visto atardeceres, sentido vientos fríos y calientes, húmedos y secos, pezones tiesos, por el frío, por el viento, la vergüenza de que se me note el pezón, tocado pies y manos de mujer, besado perros y mujeres, eyaculado dentro y fuera, en el condón y fuera del condón, dormido, despierto, embarrado, pegajoso. He caminado por la calle lleno de fluidos sexuales. He sentido la euforia después de escribir algo que me parecía bonito. He vuelto a leer lo que en un principio me parecía bonito y he dicho: qué mierda. Me he deprimido por eso. Me he convencido de que el universo ya tiene todo el presente el pasado y el futuro en una canica, y que esa canica es y será siempre una canica, aunque cambie, porque todo es y no es al mismo tiempo, todo cambia y no cambia, todo se mueve y no se mueve. He creído que eso era suficiente para justificar mis errores, pero también me he dado cuenta que la naturaleza exige, pide que uno mejore, que uno se acongoje con sus errores, que busque ser perfecto, cuando es imposible. He odiado a la humanidad en conjunto y a los individuos, buscado la respuesta en música, en el pasar del tiempo, en la eternidad, en la idea de que comoquiera todos nos vamos a morir, en el alcohol, en otras cosas, en la conversación, en los sueños, pero todo es sólo una bola de cosas, un engrudo fastidioso que llevo por ahí todo el tiempo. A veces la gente me habla y yo estoy con mi engrudo, me he encariñado con mi engrudo, le he jurado fidelidad, he llegado a creer que vivir con el engrudo es lo mejor, que hay que volverse loco, que no importa, que la vida no es nada, que hay que arriesgar hasta el tope, pero luego me intimido con las cosas que hallo en el engrudo, los terrores que de ahí emergen, y a veces me siento libre escribiendo y a veces copio frases porque es necesario y mis dedos se mueven como mi cerebro les ordena y me asombro y quiero tener un millón de amigos y levantar la voz todos y gritar: ¡chingas a tu madre! Quien quiera que seas ¡chingas a tu madre, puto! Y luego seguir y buscar otra vez, ahora en la mascota, ahora en el parque, en la hierba, en el orgasmo, en el olor de una mujer que no deja más que la impotencia, impotencia que no sé en qué consista, el tormento de saber que se acaba, que la lluvia caerá y tal vez ya no estaremos ahí para verla en su máximo esplendor. Las promesas crípticas de alguien, las insinuaciones, las causas perdidas, las esperanzas, el placer, el sufrimiento, el hombre que busca emociones saqueando tiendas, quebrando, desmadrando, golpeando, desesperado, no sabiendo que hacer, tratando de olvidarse de él mismo, del engrudo. Las prostitutas de la calle que creen que es bonito quedarse con el dinero de los clientes, que se sienten triunfadoras escamoteando dinero y que luego se vuelven viejas y flácidas y el chulo las golpea y las saca a patadas de ahí y terminan metiéndose crack, porque piensan que es lo mejor, porque es lo único que saben hacer, crack y sexo, pero ahora el sexo está destruido, está reventado, ya no aprieta nada, ya no se siente nada, ya no tiene jugo, está seco, jodido, asqueado, quiere perecer, el coño, quiere descansar por fin, ya no quiere más vergas ahí dentro, porque ya fueron demasiadas. Eso es la vida y algo más y lo que falta y lo que se me olvida y lo que he soñado y se me olvida y nada más. Cada partícula del cuerpo, cada palabra que escribo, cada recuerdo, todo, todo eso no tiene nada que ver conmigo, yo odio todo eso, yo no quiero formar parte de esta mierda, yo renuncio, yo quiero ser algo que yo haya decidido ser, quiero ser guapo y no envejecer, quiero tener una verga más grande y quiero tener control sobre todo, no me gusta ser parte de algo, y luego una parte tan insignificante, me siento agobiado por todo lo que me controla, de hecho estas palabras están reguladas, vienen en un programa insensible y desconsiderado. Es como una gran mierda en la que estamos metidos. Dan ganas de olvidarse de todo, de atiborrarse de toda clase de sustancias, pero no es tan sencillo, porque a pesar de todo cuidamos esta vida, como si esperáramos un cambio, una sensación que lo salve todo, unas palabras salvadoras, una mano salvadora, una luz salvadora, un perro que hable. Esperamos lo extraordinario, pero no sucede, porque todo tiene reglas, todo está lleno de reglas, la naturaleza es una regla, sin reglas no ocurre nada, no hay magia, no hay nada, no hay ectoplasma, no hay telepatía, sólo hay gente loca e hipersensibles, paranoicos que proyectan en los demás sus pensamientos más oscuros y aciertan, la mayoría de las veces aciertan. Y luego una trampa gigantesca: el sexo, quizás lo más placentero y decepcionante del mundo, engendra más gente, más derrotas, más confusión, dolor y hastío, y sigue la cosa, el sexo se encarga de hacer que siga la cosa, de que cada vez seamos más, porque nadie puede resistirse al sexo, es lo mejor, lo único, y a la vez es tan insuficiente, tan efímero, tan clásico. Eso del sexo es el viejo truco, la vieja carnada que sigue funcionando, que seguirá funcionando. En los peces funciona perfecto un gusano, una cosilla para que muerdan el anzuelo, en nosotros es el sexo, el sexo es el origen de toda esta mierda, de toda la incertidumbre, de toda la desesperación, de la drogadicción, la inmundicia, la gente en la calle, la degradación de los órganos, el cáncer, el sufrimiento, y el placer, el placer, qué podemos decir del placer, quién ha sentido placer, el placer no existe, lo que existe es esto, el patetismo, el ahogo, el dolor de esta o aquella parte, pero hay que buscar el sexo, el sexo es una pequeña tregua. Y al final qué importa. Al final podemos decir que cualquier cosa es lo mismo, que todo termina en el olvido.
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