sábado, 7 de agosto de 2010

Sigues, continúas

Vas a la tienda. Compras cerveza. Te subes a un auto. Platicas acerca de algo. Ves cómo pasan las cosas a través de las ventanas. Llegas a tu destinto. Tomas cerveza. Fumas algo. Escuchas un montón de palabras. Procesas esas palabras. Opinas al respecto. Te sientes parte de eso. Es hora de despedirte. Te despides. Das las gracias. Te muestras atento. Sigues, continúas. Te gusta el olor de otro cuerpo. Intentas acercarte lo más posible a ese cuerpo. Lo consigues. Sigues, continúas. Juegas tenis, sin raqueta por supuesto. Llegas a casa de noche y prendes el radio y escuchas cantos gregorianos y pretendes separar tu espíritu de tu cuerpo. No lo logras. Sigues, continúas. Consigues dinero de cierta forma. Tienes miedo de la vida y de la muerte. Llegas a la conclusión de que no eres nada. Buscas un entretenimiento. Jugar videojuegos. Jugar fútbol. Ver lucha libre. Comentar partidos de béisbol. Escuchar músicas varias. Leer libros. Haces todas esas cosas y más. Desayunas. Dices chistes. Escuchas chistes. Te ríes. Sabes que el tiempo devora todo. Sabes que

El mayor bien es pequeño
Que toda la vida es un sueño
Y los sueños, sueños son.

Te gustan esos versos. Te ayudan a seguir vivo. Sabes que nada debe importarte. Te levantas por la mañana preocupado. Te levantas refunfuñando porque no se te cumplió el deseo de no despertar. Buscas una manera de salir de este mundo. Buscas pistolas, jeringas, navajas, edificios altos, estaciones de tren. Sabes que al final será lo mismo. Buscas trabajo sin querer encontrar. Te pierdes en conversaciones. No entiendes lo que sucede a tu alrededor. No has visto las películas que todos vieron. Sigues, continúas. Haces teorías del universo y de la conciencia. Piensas que todos somos todos, o algo así. No sabes exactamente cómo, pero crees en ello, tienes fe. Buscas más y más distracciones. Cuerpos de mujeres, estadios de fútbol, pornografía, mascotas, nadie es nada, todo es una ilusión. Lees a Calderón de la Barca y sientes un profundo consuelo, sientes que no necesitas saber más que una media docena de versos. Cada vez que te sientes estúpido recurres a esos versos. Cada vez que estás en aprietos recurres a esos versos. Te acuestas por la noche y escribes en el viento. Te acuestas por la noche y dedicas un poema improvisado a los cielos. Vas al teatro. En una tarde medio nublada te sientes bien. Luego te desespera estar vivo. Quisieras alcanzar el cielo, volar. Te preguntas por qué usas palabras para pensar tú solo. Te entregas a patéticos soliloquios en voz baja. Sigues, continúas. Te preguntas constantemente cómo, cuándo y dónde llegará la muerte. Sigues, continúas. Entras a lugares nuevos. Llegas a ciudades nuevas. Te admiras un poco. Sigues siendo un desgraciado. Te sientes como un gusano aplastado. Nadas en albercas y mares. Sientes todo lo que vives. Tienes secretos, pensamientos íntimos que ni tú mismo podrás recordar. Te juntas con tus amigos a tocar música. Te sientes un fracasado tocando música. Escribes y lo muestras a tus amigos. Intentas seguir en este mundo haciendo lo que puedes. Te defiendes con las uñas. Comes y cuentas que comiste algo delicioso. Ves películas y cuentas que las viste. Tratas de alcanzar la gloria y lo escribes. Buscas separar tu alma de tu cuerpo y también lo escribes, y no conforme, se lo enseñas a los demás. Crees que tienes cosas interesantes que decir. Te compras ropa nueva. Te cambias de casa. Hablas casi siempre de cosas que no entiendes. Haces historias dignas de película platicando con amigos. Todos se sienten geniales en ese momento. Se te amarga el pecho. Te duele una parte de tu cuerpo. Algo por dentro, no sabes qué, se está pudriendo. Tienes miedo de caer. Tienes miedo de tu mismo cuerpo. Estás cansado de estar en un mismo cuerpo. Quisieras poder ser otro animal. Te resignas a la desesperación y el dolor. Te convences de que aún falta mucha tortura. Buscas darle sentido a tu vida con actividades que en el fondo sólo intentan huir, distraer, olvidar el dolor, la muerte. Pese a que nadie es nada, compites con los otros, te comparas con ellos, te das cuenta que eres un subnormal. Recuerdas cosas de tu vida y te ríes o lloras o te sientes estúpido o te arden las entrañas, con simples recuerdos, recuerdos que viven en el cerebro, cerebro que un día será polvo. Sigues, continúas….

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