Cada que quiero que no llegues,
tu automóvil en mi mente acelera
con calaveras de largas cabelleras
sin miramientos haciendo piruetas.
Cada que quiero que llegues,
tu automóvil se convierte en carroza
y por mi mente desfila lentamente
un aparatoso acompañamiento luctuoso.
Poco a poco la vida se vuelve más callada,
más apagada, silenciosa, opaca,
triste, despreciable, tediosa
y todas esas cosa que nos encantan.
Van apareciendo nuevos métodos
para alcanzar la felicidad,
y al ver tanta variedad
me desencanto renunciando a todos.
lunes, 23 de agosto de 2010
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