lunes, 9 de agosto de 2010

Conclusiones

Me he ganado el respeto de Baudelaire. Y eso ya es mucho decir, que Baudelaire es una autoridad en estas cuestiones, me refiero a escribir, muy buen poeta el señor.
Pero para lograr eso primero tuve que pensar que no me conviene profundizar mucho en las cosas. No me conviene profundizar mucho en las cosas es una frase que me gusta. Me di cuenta de eso cuando noté que mi cerebro estaba completamente agotado y sólo había sacado más y más palabras que desaparecerían en el viento.
Tuve que darme cuenta que hoy tuve la mirada más indecisa de mi vida.
Tuve que darme cuenta de que al final del trayecto hay una pradera, una cabaña y un lago fabuloso. En este país en el que vivo, lo más cercano a pradera es desierto. Tendré que trasladarme a ese país y terminar mis días, tendré que trasladarme a ese país con praderas. Siempre me ha gustado la gaita. Me pregunto cómo será mi camino de México a Escocia. Debe estar lleno de enredos, dolores y trastornos mentales. Aun así creo que vale la pena. Quiero hacer el último intento de separar mi alma de mi cuerpo en una pradera. He hecho muchos intentos antes, jamás en praderas. Lo más seguro es que quede irremediablemente loco, y quizás ese sea el premio a tanta búsqueda.
Hoy estuve demasiado renuente a proferir palabras, sin embargo, en mi mente, justificaba a los que hablaban profusamente. Debo decir que no entendí nada en absoluto en todo el día, pero la gente no me parecía del todo odiosa, de hecho traté de conciliar todo lo que las personas decían y yo pensaba. Al final del día me decidí hablar. Bueno, no me decidí, sino que de pronto me vi hablando con soltura, una gran cantidad de incoherencias, pero con bastante soltura.
Y sé perfectamente que Baudelaire está muerto y es inmune a toda adulación.
Hoy vi las estrellas estorbadas por la ciudad. Lucían bien a pesar de todo, eran solo unas cuantas. Quisiera poder ver el cielo bien todo el tiempo, sobre todo por las noches. Creo que debe compensar en buena medida los tiroteos que ofrece la ciudad.
Realmente hay maneras de platicar con los muertos. Son maneras únicas, que se sienten y se piensan de una manera harto peculiar y compleja, completamente inexplicable.
Es como si todo a mi alrededor me dijera espera, ten fe, vendrás acá, ahí te va una probadita.
Y quiero decir que lamento no poder decir todo aquello que enaltece a la gente, todo aquello que los llena de emoción.
También se me viene a la mente un diálogo:
Ya no soporto más, vamos a suicidarnos –dijo la novia-.
Está bien –dijo el novio-, pero hay que hacerlo rápido.
También debe quedar asentado que como nunca he podido meterme en el cuerpo de otra persona, me pasa que al tener los pensamientos desparramados y perdidos en el cerebro, me pregunto si existirá en los cerebros de los demás un ajetreo parecido al que existe en el mío. He pensado y dicho últimamente cosas muy interesantes, y pido disculpas por no poder recordarlas.

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