domingo, 21 de marzo de 2010

Ya la hicimos

La idea cuando uno escribe es hacerlo de tal manera que los lectores salten de emoción cuando lo lean, escribir un par de frases que sean suficientes para que el lector de ellas pierda el interés por la lectura y se conforme con repasarlas de memoria una y otra vez; un par de frases que signifiquen el arma para afrontar la vida sin desesperación, que no pierdan con el tiempo su eficacia para consolar de las tragedias de la vida, que pongan sonrisas en los rostros de todos aquellos a los que lleguen, que puedan colmar solo ellas una conversación de 4 horas donde todos estén contentos, solo ese par de frases, frases que simplifiquen a un grado irrebatible la complejidad de la vida. Ese ha sido el propósito de los escritores, quienes evidentemente hemos fracasado.
Mi máxima aspiración en la vida es hacer de mis dos apellidos uno solo. Cosa que considero frívola y que sin embargo sigo deseando, por ser la razón un instrumento para conseguir lo que nuestra parte animal desea, siendo imposible para la razón imponerse a las vanidades que solicita nuestro instinto. Uno sabe de antemano que todo da lo mismo, que no somos nada, pero es inevitable tener la curiosidad de saber qué se sentirá impresionar a los demás. Hoy observé la gente: me di cuenta que dentro de ellos hay pensamientos igual que dentro de mí, pero que los míos son los únicos que existen realmente, y tuve la sensación de que todo era un montaje que era y no era al mismo tiempo, en todos los sentidos, sólo para mí, aunque también para los demás al mismo tiempo. Es bonito ser el filósofo del grupo, el que de pronto se queda taciturno y comienza a ver qué sucede alrededor y no deja de sorprenderse por la existencia, el que actúa de manera distinta y se enfrenta a la duda de si será bueno no ser parecido a los demás, no reír al unísono, no mostrar el mismo interés por la plática, no comentar en modo alguno cosas amenas para los interlocutores, quienes se quedan perplejos ante la simplicidad de un comentario que intenta hacer reír con su absurdidad. Para mí la vida es una historia en la que yo trato de hacer lo que parece imposible y al final, cuando casi he perdido la esperanza, lo logro, donde la moraleja es mantén la actitud optimista aún en la adversidad, y no te importe afirmar cosas que ni tú mismo crees, porque puede ser que ahí esté la verdad.

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