miércoles, 14 de julio de 2010
Me corté el pelo
El dinero es importante para la vida; lo que no es importante es la vida. Siempre creemos que la inspiración está en el júbilo de un triunfo, pero realmente está en la depresión de una derrota. La vida va pasando y yo mismo me voy dando cuenta de en qué me estoy convirtiendo gracias a mi manera de pensar, me observo, me siento, me sufro, sé que no puede ir más allá de la muerte, tengo miedo a la muerte, me resisto a la vida, he perdido esa denominada voluntad de vivir, pero tampoco quiero morir, ponme un manjar enfrente y me lo zampo, soy una contradicción, no entiendo cómo alguien no puede estar confundido, todos estamos aquí sin saber por qué, recordamos haber sido siempre el mismo, pero estamos condenados a dejar de serlo… y de qué forma. Claro, la gente prefiere dejar de pensar en muchas cosas, y seguir y seguir hasta el último día, cosa que a mí sólo me parece un intento fallido de dilación, ya que el tiempo es una trampa, y vivir un día o noventa años es lo mismo cuando todo ha dejado de ser, y no deja de ser esto una hipótesis o algo así. Tal vez ni siquiera sirva de nada tratar de ser sublimes en el discurso. Lo que hay que hacer siempre es mostrar humildad; la gente tiene debilidad por las palabras humildes. Yo creo que también son una farsa, las palabras humildes. Historias, he conocido varias, casi no disfruto escribirlas. Preferiría escribir lo que dije antes de dormir, o lo que dije dormido, pero es imposible recordarlo. Mi memoria digamos que se reventó, le di un uso demasiado rudo, le exigí demasiado para lo que ella podía darme y se rompió, ahora sólo quedan rastros de palabras que alguna vez almacenó de manera ordenada y ahora andan desparramadas por otros departamentos. Cosas que vi ayer, hombre corpulento revisando las luces de atrás del camión a orden de operador, tostadas de elote de lata con atún de lata y salsa roja, pero de esa roja casi tan roja como la sangre, sangre de dragón escuché en la tele, era seguramente una poción para que saliera el pelo en la cabeza, una raya como de cardiograma en la pantalla de la computadora de un amigo, la cual estaba ahí deslizándose a través de una delgada línea que la cruzaba y venía acompañada por sonidos de guitarras estimuladas por nuestros dedos momentos atrás, nos habíamos grabado, pensamos que era un excelente trabajo, pensamos que habíamos roto los parámetros de la música, que de aquí en delante todo cambiaría, que marcaríamos la pauta, pero no, sólo era una mierda bien hecha. Una mierda que jamás nos haría salir de la situación de no dinero en que nos hallamos. Entonces, no sé los demás, pero yo me sentí la persona más desdichada del mundo, quería adelantar el reloj unos cien años, ahorrarme la pena de vivir, comoquiera todo va al olvido, pero por lo pronto hay que seguir, hay que vivir segundo a segundo, hay que esperar que todo colapse, no entiendo la razón, y creo que la verdad es que todos moriremos sin haber entendido nada y sin estar preparados, y que luego se borre la memoria de todo esto viene a cerrar el círculo del absurdo. Hay gente que cree que vivir la vida de un modo es mejor que hacerlo de otro. Yo todavía no puedo opinar al respecto, sólo que deberíamos de continuar la discusión cuando aparezca el hervidero de gusanos en cada uno de nuestros estúpidos y vanidosos cerebros efímeros y duraderos, al mismo tiempo. Es la energía la que dicta cuánto tiempo seguirás soportando la vida, ese cuerpo del que no puedes salir, algunos están contentos con su cuerpo, con su mente, por en realidad uno no controla ni los pensamientos, el control siempre es de las circunstancias, y uno tiene que someterse a estar metido ahí, detrás de esos ojos y esa lengua y todo lo demás, sintiendo, es una maravilla, un milagro si se quiere, el cuerpo humano, pero comienzo a aburrirme de él, quisiera poder meterme en el cuerpo que yo quisiera cuando quisiera, tal vez eso es lo que hago, pero me puse candado, y ahora me aguanto, decidí sufrir todo el proceso de descomposición, quizá.
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