martes, 27 de julio de 2010

Conmovedor

El tiempo, lacayo del libro, tiene su manera de irnos llevando, a veces por la mañana lo olvidamos, con la primera inquisición del día, la primera demanda, alguna pregunta que espera palabras concretas de uno, pero uno todavía está en la frontera de la vigilia y el sueño, pero uno reúne todas las fuerzas y logra articular un monosílabo y aquí vamos una vez más, un día más, no se sabe exactamente para qué, podría ser solamente curiosidad. Esas cosas ya estaban escritas, todo lo que sucede es porque ya estaba gestándose desde hace tantos años que podríamos dibujar una rueda, y entonces tendríamos prohibido decir que algo sucedió en el pasado, digamos que es una rueda y de esa rueda se desprende otra rueda superpuesta, como en las letras de los cholos, y así hasta el infinito, he ahí la razón del deja vu. El sol ya estaba en su punto de destellos reparadores, así que salí a por la crema y el pan para los chilaquiles y fui viendo las nubes que ya engordaban para la noche, querían dar un show de luces, y la señora, anciana, de la tienda lo sabía y fijaba sus ojos con principios de catarata en aquellas nubes, anhelante de una tormenta que se la llevara a otro mundo, para empezar de nuevo, como un cachorrito. Le compré lo que buscaba y volví a casa y comimos deliciosamente y prendí la tele y vi que la gente se estaba muriendo de balazos, y yo seguía comiendo mi postre, unos chocolates americanos que mamá tenía guardados para una ocasión especial, tal vez una guerra nuclear. Es muy importante saber qué clase de provisiones son aptas para los refugios en caso de guerra nuclear: básicamente alimentos enlatados. Como en esa película en que ponían el tiempo que deseaban estar dentro del refugio y no se abría la puerta hasta que pasaba el tiempo, qué estupidez, pero bueno, algo así podría pasar, pero con un hervidero de ratas adentro comiéndose a los humanos, por andar creyendo que es mejor meterse en un refugio subterráneo antes que ver una guerra nuclear y ser lo último que se vea, es decir morir en ella. Generalmente me gustan sólo las cosas que yo conozco pero ustedes no. En el supermercado un hijo de Caín intentó meterse furtivamente a la fila, justo delante de mí; se lo impedí con un elegante envión. Soñé que una vampira me quería morder; recé un padre nuestro y la ahuyenté. Es bueno cuando uno no se siente menos que los demás, es bueno saber que uno es sólo una pieza que se mueve por las órdenes supremas de una cosa glaciar, una cosa que no se pone a pensar ni tiene un trono, y esto tiene que quedar muy claro. Aquí abajo se está bien, con las pesadillas, los dolores y los sobresaltos nocturnos, se está perfectamente bien, con cáncer, en un suplicio, se está perfectamente bien, por que todo pasa, todo pasa y eso es algo muy bonito y reconfortante, es como un fuego en la chimenea, y uno con calcetines lanudos ahí, fumando la pipa, así es, eso es el pasar del tiempo, la certeza de no ser absolutamente nada, cuando uno deja de tener otra aspiración que la de sentir todos los tormentos posibles, el aburrimiento y los dolores punzantes de la putrefacción en vida, cuando uno se pone a escribir toda esta mierda sin importar si le gustará o no a alguien, eso es estar con la pierna tirante frente al fuego de la chimenea, con los calcetines lanudos puestos y fumando la pipa, en total tranquilidad. Y después uno busca los aplausos, y no debería, pero ya sabemos cómo es esto, es una total contradicción. A veces pienso que a la gente le gusta leer y no entender nada, casi me tiene sin cuidado el hecho de que lo que escribo sea digerible, aunque me encantaría que a alguien lo conmoviera al grado de las lágrimas. Me gusta que suene inocente, como si un niño pequeñito dijera algo con sencillez. Me gusta llorar con las mentiras que se cuentan con naturalidad. Me gusta llevar una vida de ermitaño, pero sin trabajar, buscar el momento exacto para agarrar un libro y echar a volar la imaginación, y eso siempre pasa cuando mi mente encuentra uno de esos raros descansos, porque por lo general mi mente está aturdida con ella misma, como si hubiera una baja presión ahí dentro, un sistema de baja presión con abundantes precipitaciones. Entonces en esas condiciones se paralizan las actividades, y me pongo como un idiota tirado en la cama viendo los rayos de sol que se filtran por los árboles y la persiana y entran a mi cuarto.

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