miércoles, 10 de febrero de 2010

Manifiesto esotérico de la revolución de la conciencia

Es posible caminar largos tramos sobre la cuerda floja, mientras uno sea buen equilibrista.
Tomar aquello como una analogía de mi situación.
La revolución me mantendrá en movimiento y le dará sentido a mi vida y me alejará de pensar sólo en la muerte. Sí, la revolución la hago para mi beneficio, pero, casualmente, creo que mi beneficio es el de todos: nunca pude hacerla de villano. Después de todo, uno nunca deja de ser egoísta ni de tratar de vivir el mayor tiempo posible.
Yo soy la humanidad, el lector es la humanidad, todos somos la humanidad, y juntos tomaremos conciencia de que en el fondo, de que en el plano metafísico, somos lo mismo y debemos amarnos incondicionalmente. El hecho de estar perdidos en el tiempo y el espacio, sin saber nada, sin haber elegido nada, nos hace evidente que en algún momento del espacio-tiempo infinito, las circunstancias nos convertirán en todos los demás que vemos a diario y a quienes casi siempre odiamos porque no hacen lo que nosotros queremos. Es una cuestión matemática. La revolución es una cuestión de matemáticas básicas. El espacio y el tiempo son infinitos, luego todos somos todo al mismo tiempo, aunque aparentemente en diferentes tiempos, porque el tiempo no existe y sí existe al mismo tiempo. Todo esto puede ser medianamente demostrado con el siguiente hecho: que a pesar de que cambias, sigues teniendo conciencia de que eres lo que eres; cambia tu cerebro y tu cuerpo, pero sabes que sigues siendo el mismo. Entonces puede que la conciencia sí sea algo que se puede amoldar a diferentes cuerpos.
Así que, bajo esta premisa, tenemos que amarnos, aunque sólo sea por distracción mientras estamos con vida. La verdad de las cosas no es susceptible a comprobación, así que tendremos que hacer el sacrificio nosotros, creer realmente que somos los demás, porque aparte no es algo descabellado, y disfrutar de las decisiones de esta vida en las que vienen. Lo único que debemos hacer es: no hacer lo que no nos gustaría que nos hicieran; y si vemos a alguien que no respete esto, matarlo.
Ahora el problema, el pequeño problema, será hacerle entender esto a los dominadores del mundo. Ellos son de los que creen que ellos son los únicos que existen y todos los demás no somos otra cosa que piezas insensibles que hay que derribar o utilizar, como si se tratara de un juego de video de estrategia. Ellos creen que la vida es un test de astucia, para ver quién es el que puede dominar más. Creen que se metieron a un juego de realidad virtual y que tienen que hacer muchos puntos construyendo un imperio. Y es muy válida esa creencia, pero nosotros sabemos que no es así, que nosotros sí sentimos y que queremos tener vidas tranquilas. Por eso digo yo que la creencia de que todos somos lo mismo, al mismo tiempo, aunque aparentemente en diferentes tiempos, es una creencia que va más acorde con las necesidades del mundo.
Imposible de imaginar resulta la escena en que cantamos juntos all you need is love con Bush y compañía. Pero podemos disculparlo, porque estamos concientes de que cada quien es lo que le tocó ser, conforme a las circunstancias iniciales que llevan una ruta definida por las leyes universales, que son infalibles en todo momento.
Tal vez un día logremos esa utopía de que les hablo, pero no será por mí ni por nadie, será porque el destino quiso que al fin todos entendiéramos la intrincada verdad.

Lema: Yo soy el líder. Pero no quiero poder, sólo vivir.

Miguel Angel, el che.

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