domingo, 22 de mayo de 2011

lo trascendental

Si tuviera que haber algo trascendental, para nosotros sería el placer. El placer del amor, el placer de lo sublime, pero al fin de cuentas carne. No aspiramos a nada más. Lo que necesitamos es un organismo fuerte, como el de los cocodrilos, pero pensante, que pueda hacer bonitas melodías y luego disfrutarlas. Pero es el dolor lo que nos hace tan sutiles. Una piel dura puede estar en el fuego, pero no puede siquiera aullar como un perro, porque sin dolor no puede inspirarse. Aunque el perro es duro (aguanta más que cualquier boxeador en el bosque). Me pregunto por eso ¿en dónde goza más el organismo? ¿En el placer o en el dolor? Los dos son la misma cosa y existen gracias al dolor. El sufrimiento lleva a las personas a conclusiones placenteras. El desamparo y la muerte tienen un secreto placer. Todo eso está en la carne. No puede haber un alma flotante que sienta placer, o tal vez sí. Es decir, algo incorpóreo que goce o que sufra. El alma no puede existir si no siente, ya que hasta los pensamientos se sienten.
La vida, igual que con las mujeres, sólo puede amarse en secreto, y uno siempre termina peleado con ella. Pero no se puede amar a una mujer al mismo tiempo que a la vida. De hecho, de lo que más se puede sentir celosa una mujer es de la vida, del amor que su hombre siente por la vida. Hay que estar aquí y allá sin que ninguna de las dos sospeche de la otra, ese es el balance, ese es el secreto.

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