lunes, 23 de mayo de 2011

el anciano

Tal vez un día de estos llueva, tal vez no. Algún día lloverá de todas formas. Lo importante es llegar a ese día, y cuanto más pase para ese día, más lo disfrutaremos. Nubes, truenos, los árboles bebiendo ebrios. A alguna lluvia habremos de faltar también. No me quiero morir un día antes de la lluvia, mejor un día después. El anciano del parque sólo tiene un diente y está solo y si pasas cerca de él te hablará, porque no tiene a nadie con quién hablar, y se quejará del gobierno y esperará una lluvia más, y te contará de sus naufragios, y repetirá una y otra vez la misma frase graciosa. En aquel destierro, dice entre risas, nombre, los días se me hacían meses, los meses años y los años siglos. Y no deja de ser una señal, una plática con el más allá disfrazado de hombre. Claro que creo en el diablo y odio que el diablo me quiera hacer creer que esos son puros mitos. Todo lo que ocurre aquí está tan lejos de nuestro dominio, incluso con nuestro cuerpo no sabemos qué está ocurriendo. Se puede estar gestando algo terrible en nuestras entrañas, y luchamos y luchamos hasta el final. No son más que preparativos para la agonía. Pero, si lo piensas, tal vez nunca fuiste responsable de tus actos. Tus entrañas, tu cerebro, golpeado o intacto, dañado, alterado, ofuscado, lo que sea, eso es lo que te lleva, a ti y a tu conciencia, y te atormenta, aunque mucho no puedes hacer, sólo doblegarte. Porque no ha habido nadie que se salve de la muerte y todos han luchado contra ella. Sólo la apartamos una, otra vez, otra vez, y se nos van acabando las fuerzas, y nos devora, y del tiempo que le tome depende la calidad del cuerpo en que estás metido. Pero es muy perseverante. Se ha comido a los dinosaurios, se ha comido a los rockstars y a los mejores boxeadores y empresarios. Otros no resisten mucho. Son los cuerpos, no nos pongamos personales, es el destino, no hay culpables. ¿No me crees? Trato de ser ameno, pero no puedo coincidir con nadie. Trato de apoyar tu postura, pero fallo, las palabras no me vienen a la boca, y sigues hablando, anciano. Y yo iba con mi vara apoyándome, apoyándome en ella como un bastón, en un parque en medio de la ciudad que me figuro es el bosque, algo más interesante, más romántico, no precisamente la realidad, que de todas formas me va a devorar.

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