Aunque el mundo esté lleno de palabras, con las cuales las personas siempre intentan hacer frases ingeniosas e impresionantes, lográndolo las más de las veces, porque no es nada difícil en realidad, yo escribiré acerca de lobos y perros. Cuando eres una persona patética por naturaleza, es muy probable que quieras ser escritor y que te encuentres con que los únicos que reciben la oportunidad son los amigos o familiares de alguien o los muy pudientes. Esto puede tener el efecto colateral de hacerte dudar de tu capacidad para escribir cosas para gente desdichada, pero no es así; lo que pasa es que, como después habrás de darte cuenta, tienes que seguir siendo desdichado hasta el último día de tu vida, para ser bueno escribiendo hasta el final, y por eso tienes que enfrentarte con la incomprensión de la gente. Sabes perfectamente que no eres nada, y que por lo mismo puedes jugarte la vida entera por publicar un buen libro, no uno de esos libros embusteros de motivación de a veinte la docena. Una vez que sabes esto, puedes enfrascarte en la hechura de tu libro, de la manera que sea, con los recursos mentales y motrices que tengas; sólo tienes que ser patético y real y verdadero. Para que un libro sea bueno tiene que contener los pensamientos más inquietantes y vergonzosos del autor. El autor tiene que decir todos sus defectos, toda su impotencia, todas sus manías, aunque sean vergonzosas. Y esto por la sencilla razón de que la mayoría de las personas se identificarán, de esa manera, con lo que digas y los impactará, puesto que son cosas que ellos no quieren ni pensar, pero que están ahí latentes todo el tiempo. De esa manera es como uno puede demostrar palpablemente que ha comprendido la insignificancia de la vida y lo absurdo de creerse mucho, cuando todo estaba dado desde el principio sin que nadie lo eligiera. El problema viene cuando a pesar de saber esto, los movimientos naturales del instinto te incitan a entrar en confrontación con los demás, porque el ego llama y la especie tiene que valerse de ese truco barato para hacer su selección natural y perfeccionar la especie, aunque al final todos se mueran, en vidas que a la vez son cortas y largas, según las veas desde el principio o desde el final.
Bueno, en realidad yo venía a decir que si me encontrara en uno de esos lugares donde hacen peleas clandestinas de perros y otras cosas, y si en el cartel se anunciara que la pelea estelar sería entre un pitbull de esos monstruosos con quijadas desmesuradas, contra un lobo (ponle americano), yo sabría que el pitbull es el que más posibilidades tendría de hacerme ganar dinero, pero yo me dejaría llevar por el corazón y apostaría por el lobo, porque es un animal que me simpatiza. De hecho siempre me pasa eso cuando apuesto. Yo no apuesto con la mente fría, sino que apuesto al milagro, a la sorpresa, para que mi victoria sea más sabrosa, pero nunca gano por lo mismo. El lobo es un animal que inspira mucho a los poetas, porque se ve muy solitario y melancólico, y esos aullidos que echa, no parecen otra cosa que lamentos, como si estuvieran concientes de sus destinos y reclamaran a los Dioses el haberlos puesto en tal situación. En eso me identifico yo con el lobo, que yo siempre digo: no es divertido ser orgánico.
No sé por qué me da la sensación de que este escrito sólo fue un desperdicio de tiempo y energías, pero hay algunos que así se ganan el pan, y aunque uno sea muy espiritual, tiene que tragar. Lo único que quiero es ser uno de esos escritores destruidos por tanto esfuerzo mental de querer profundizar, que reciben dinero por castigarse de esa manera tan fea.
domingo, 24 de enero de 2010
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