Mi padre normalmente no me da dinero, pero hoy me dio mil pesos, sólo porque no era para algo que me gustara, era para unas clases de guitarra que mi hermano se encargó de conseguirme. Ellos siempre me han dicho que me meta a clases de guitarra, porque tengo una, pero no la toco bien, por así decir, aunque, según yo, toco cosas emotivas, lo que quiere decir que voy al meollo de la música, aunque peco de repetitivo. El caso es que no pude negarme a las clases, principalmente porque con personas como mis padres es imposible discutir, su despotismo es estratosférico y una negativa los hubiera hecho estallar en gritos y cosas de ese estilo; también porque llegué a imaginarme que la clase sería agradable, que el maestro sería uno de esos granjeros estadounidenses a los que les importa tres cojones si aprendes o no, si te comportas o no. Pero cuando ya estuve ahí, pude darme cuenta de que una vez más mi imaginación me había engañado con imágenes atractivas. El caso es que el maestro me cayó mal, y desde el principio mi resolución fue inalterable: esperaría cortésmente el final de la clase y no regresaría jamás. Si me preguntaban por el dinero, diría que no lo traía y ni modo que me escoltaran hasta el maldito cajero.
El cabrón me reprendió en varias ocasiones, sólo porque yo tocaba con bajísima intensidad las cuerdas, para distraerme un poco de su aburrida plática. Me dijo: no me gusta que nadie toque mientras hablo. Y luego empezó con sus ejercicios para las manos, y a mí siempre me ha molestado que alguien me diga lo que tengo que hacer. Está bien que él toca mejor que yo, pero eso no quiere decir que yo tenga que aprender la doctrina como él lo hizo. Tal vez yo sea el revolucionario de la guitarra y estaría cometiendo un error acatando las órdenes de un intérprete de medio pelo.
Lo rescatable fue que confirmé mi postura: aprender las notas y a afinar la guitarra, son cosas tediosas, esclavizantes, carentes de arte. Arte debería ser romper los instrumentos, por ejemplo, pero con estilo. Yo creo que la música debería de estar dividida en dos: la música técnica y exacta, podríamos llamarla científica; y la música artística, que es la que se improvisa, la que se hace con astucia y con el corazón. Porque de otra forma estaríamos volviendo al arte una disciplina, y creo que la cosa no va por ahí.
Nomás terminar la clase y me fui directo al prostíbulo.
Iba decidido a cogerme bien a una de las putas del lugar. Pedí una cerveza y me senté frente a la pista y me puse a escrutar cada hembra. La elegí y se la pedí al mesero. Ya cuando la tenía enfrente le dije: “mira, voy a ser sincero. Soy un prángana de primera, es raro que traiga dinero, hoy es un día excepcional, mi papá me soltó mil para unas clases de guitarra a las que no iré. Estos mil pesos serán tuyos; sólo quiero estar un rato contigo, coger y quedar satisfecho, y listo, los mil pesos son tuyos. Estoy seguro que por menos dinero has estado con hombres más feos. De hecho, yo soy guapo y debería ser un placer para ti coger conmigo. De hecho, deberías de pagarme tú a mí. Pero para que veas que soy buen pedo, te daré los mil pesos después de dejar que disfrutes de mi cuerpo”.
Y ella contestó a todo esto: “te amo”. Era linda la muchacha. Quedé de verla mañana en un lugar neutral. Tal vez me case con ella y huya de la casa de mis padres. Estoy seguro que ella podría mantenerme con lo que gana tan honorablemente, mientras yo produzco genialidades en casa. Ya saben, una máquina de escribir y cajas interminables de cigarrillos, y en la madrugada, cuando ella regrese de su jornada, recibiré afecto.
martes, 8 de diciembre de 2009
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